martes, 14 de julio de 2009

Separarse de la especie.

Continúa...

Estaba releyendo un guión. Curioso, como a veces, uno escribe algo y ese algo lo pilla. Y lo hace en el peor momento posible.

Por eso días la Martina terminó su carrera. Y le habían ofrecido trabajar en Santiago, su ciudad natal y donde realmente vivía. Y se lo comentó al Andrés.
Se quebró. Se dislocó. Se puso mal. Y la Martina también. Pero en el fondo, era la mejor oportunidad que se le podía ofrecer a una mina que recién sale de la universidad. No podía dejar pasar eso. Y se fue. Partió a Santiago.
Antes de irse, durmió donde el Andrés e hicieron lo mismo que hacían siempre.
Se llamaron por teléfono durante meses. En realidad era el Andrés quien llamaba, la Martina aunque realmente lo quería, pocas veces tuvo la iniciativa de partir algo que parece mínimo, pero que igual es importante. Como una llamada telefónica, como una carta, como decir un simple “te quiero”. Y es que la Martina pareciese que tenia mas miedo que él. Quizás miedo a que pasara algo más, o a confundir las cosas. Quien sabe.
No se la razón, pero de un día para otro la comunicación que mantenían desapareció.
Y fue ahí cuando el Andrés se fue a pique.
Supongo que se sintió más solo de lo que pensaba. Que ya no tenía su soporte, ¿me entendí? Onda, la Martina era su cable a tierra. Y por lo que ella me dijo después, el era el único que siempre estaba a pesar de lo que ocurriera.
Mal hueón, súper mal.
Esos dos no funcionaban separados. Yo siempre pensé terminarían juntos o algo así.
Pero a veces el instinto es más fuerte que los sentimientos. Y la vida es mucho más cruel de lo que uno piensa.
Me embolé, retomo:
El Andrés quedó mal. Demasiado mal. Se metió en una depresión pero enorme, hueón. A veces ni comía por quedarse mirando el mar, escuchando música en el equipo de segunda mano que tenía. Discos y discos que sonaban fuerte. Entrabas a su pieza y era como ver una película en blanco y negro, con el Andrés en boxers frente a la ventana y las sabanas secándose colgando del balcón.
No sé de que, pero el Andrés siempre se quiso virar, huir. Escapar.
Sí, está bien, se llevaba mal con mis viejos. Pero no era para tanto. Creo.
Igual desde chico siempre fue así de retraído, de callado. De mentiroso, de farrero. Como que tomaba una doble personalidad, ¿me entendí?
Pero la única que realmente lo conocía de verdad, era la Martina. Y sin nadie a quien poder hablar con la verdad, en un momento, que, supongo, era uno de los peores en su vida –te digo que nunca sabré porque-, volvió a retomar la idea de escapar.
Y, al parecer, su dolor era tan grande que tenia que ser lo más lejos posible.
-Adiós. Felipe Norambuena. 2007.
(puede leerse completo acá, si a alguien le interesa)

Necesito dormir. Urgentemente.




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