sábado, 14 de junio de 2008

Islas.

-¿Tú crees, que de aquí a veinte años más, seguiremos hablando?
-Me gustaría creer eso, pero es probable que no.
-Pensé que te importaba.
-Lo haces.
-¿Entonces?
-¿Qué?
-¿Porque dejaremos de hablarnos?
-Porque ya no te importará más.
-No apuestes.
-Lo hago. Y lo peor es que siempre que apuesto en estas cosas, tengo razón.
La importancia de uno se va perdiendo al pasar de los días. Un día eres nadie, al siguiente pasas a ser un estimado, luego un amigo, después un confidente, de ahí o un amante, o el mejor amigo que jamás has tenido, y luego el silencio retorna y uno vuelve a ser nadie.
Un recuerdo, con suerte. Más certero es decir un accidente. Un bache en la carretera.
-No puedo creer que digas eso.
-Entonces no me conoces, para nada. Da lo mismo, en un par de años te olvidarás de mí y de todo esto que no crees. Todos somos islas, separadas por un mar infinito llamado olvido. Poblado por peces llamados desconfianza.
Y las islas, al final, después de un tiempo, son devoradas por el mar.
Es la ley de la vida.

domingo, 8 de junio de 2008

Cabro chico porfiado.

Quizás quien me conozca, o quien haya leído esto alguna vez, sabrá de todos los episodios que paso con un pucho en la ventana de mi pieza.
Aspiro.
Hoy tengo unas ojeras ganadas, y un sueño que no le deja del todo claro a mi cuerpo si es necesario descansar y dormir a pata suelta, o si es necesario seguir, quedarse en vela y no perderme de nada.
Suelto el humo.

Hoy es Domingo. Hace mucho que odio los domingos. Son los peor: son fomes, largos, lateros. Odio los bingos de domingo, las caminatas inútiles y solitarias por parques. Las tiendas cerradas y las calle casi melancólicamente vacías.
Pero a pesar de eso, este domingo me deja un tanto claro que aún hay cosas que se han mantenido a lo largo de los años.
Claro, por ejemplo, mi odio a los domingos. Pero hay más. Hoy me miré al espejo un rato, y después de sacar un punto negro, descarté el pelo largo y chascón y me di cuenta que sigo siendo el mismo cabro chico de siempre.
El mismo: ése que se quedaba callado cuando era importante, el que le tenía miedo a ir a bailar por estar solo y que todos lo discriminaran. El que prefería mil veces jugar, dibujar, e imaginar huevás en vez de salir a pasear con amigos.
El que aún cree en sueños imposibles y piensa que algún día las cosas le saldrán bien. Que todo encajará.

Podría haber roto el espejo, pero después me retan.

Es cierto: he cambiado un poco. Porque me lo obligué. Me insistí tanto en que era necesario comunicar más, calzar al menos un poco en el mundo, que algunas cosas han evolucionado. Pero sacando sólo un par de capas sigo igual. El mismo, cero mutaciones.
Mala onda.
A veces incluso he pensado que eso de madurar jamás se llevara conmigo.
Filo, supongo.

Quizás la opción de virarse para madurar corre de nuevo como perfecta salida.
El problema es que ya no es lo mismo. No está la misma convicción.
¿Donde están mis necesidades, ahora?
¿Donde están mis prioridades, ahora?
¿Donde estás, ahora?

El mismo cabro chico. Crédulo. ¿Podría decir inocente?
Iluso, quizás.
El mismo cabro chico al que todos pueden engañar.
Al que toda la gente, suele confundir.

Y mi cigarro, se apagó.
Un niño jugando a juegos de grande.

Edit: Y a veces, los domingos, traen malas noticias. Esta, en particular, no tiene nada que ver conmigo y aún así no puedo entender por qué me da tanta pena.
Q.E.P.D.

Y no sé que más decir...


----------------
Now playing: Coldplay - Fix You
via FoxyTunes