lunes, 31 de mayo de 2010

Segunda opción.

Creo que mis visiones fueron algo producto del alcohol. Si trato de recordar la escena lo más nítido posible, siempre viene a mí el mismo detalle que me hace negar qué fue lo que vi. Y, supongo, prefiro creer eso ahora y enterrar ese pseudo-recuerdo.
La pregunta ahora es: ¿qué hago? ¿sigo? ¿no sigo? ¿intento? ¿paso? ¿lo hago? ¿me retiro? ¿le tomo importancia?
Supongo que no era "la" y terminó siendo "las". Una pregunta no era suficiente para tratar de mantenerlo claro.
No quiero terminar en lo mismo, otra vez. Necesito ciertas garantías, ciertos indicios que no sé si estan presentes a esta altura de las cosas. Aun no pasa nada. Y ya ha pasado de todo.
Realmente no tengo idea de qué va todo esto.
Realmente no tengo idea si saldrá algo bueno de esto.

O si seré capaz de derrotar la adversidades. Otra vez.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Escarcha ausente.

¿Dónde estás?

¿Donde estás…?



Y no soy yo quién debería contestar esa pregunta. Pero estoy. ¿Dónde estoy? Estoy en una plaza. Una plaza vacía. Estoy en la mañana, con frío, sin guantes. Mis manos se congelan mientras escribo esto de puño y letra. Más de puño, en todo caso.
Estoy en un intermedio. En un lapso. Tanto literal como metafóricamente. Literal porque es una ventana: espero que termine la evaluación de un trabajo que no salió como quería. Metafóricamente por… bueh, eso es cuento de otro libro.
Apenas nos dieron la fatal hora y media de espera, fingí una llamada telefónica y me separé de mis apestosos compañeros. Caminé, encontré un quiosco, compré cigarros (subieron) y seguí caminando hasta que terminé aquí, congelándome bajo un sol que jura que calienta, pero no pasa nada.
Y ese es el problema:
Cuando estás en un entre-tiempos no pasa nada. En lo absoluto. Se estira y prolonga en un vacío interminable. Sin subidas ni bajadas, en una monotonía que se hace intolerable. Es tiempo muerto, como dicen. Out.
Si fuera voluntario (y en parte, lo es. Creo), sería más simple. Uno quiso esperar. Se la banca con ganas. Pero si es lo contrario, uno queda colgado. Expectante, en el aire, inquieto. Lateado.
Aburrido y ansioso.

Igual supongo que tampoco puedo quejarme tanto. Por más que quisiera…
En fin.

Cuando venía hacia acá, vi una pareja de más menos mi edad. La mina lloraba y el tipo le sostenía la cara. ¿De qué hablaban? Ni idea. Supongo que él intentaba calmarla y ella no podía reaccionar.
Nunca me vieron. La escena era patética: en medio de harta gente, mostrándose tan vulnerables. Tan mal que si alguien de los que los vieron los vieran otra vez en otro lugar y otra fecha, tomados de la mano riendo, no se comprarían que son felices. Así de simple.
El cuadro me hizo mal. No sé por qué. Viré, no quise entrar en esa onda.
Prácticamente salí corriendo.



Mi mano está morada y veo que los nudillos se comienzan a trizar. El vapor que sale de nariz y boca bloquean la visión de la hoja a cada tanto.
¿Dónde estoy?
Estoy en una plaza vacía.
Estoy en una plaza con frío.
Estoy, quizás, en el peor lugar donde podría estar.
Pero estoy.
Eso es lo que cuenta, ¿cierto?...

¿Cierto?


-Croquera de apuntes. Martes, 9:26am.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Fix you. But fix me.

Pasó que no supe qué pasó. Cuando miré a ambos lados, para verificar si estaba solo, sentí un escalofrío que no supe como interpretar. Caché que había una colilla en el suelo y me decidí a prender otro cigarro.


Si no era el tiempo quien me estaba atrapando, no sé qué era.

Si recuerdo tal cual fue, podría decir que fue latero. Completamente. O más que eso, complejo. Denso. Cuático, harto. Fue un lapso de tiempo que sospeché durante varios meses antes. Justo cuando todo detonó. Cuando todo estalló y mi realidad se cayó a pedazos sobre mis zapatillas, vislumbré todos aquellos momentos que me deparaba el futuro donde no sabría cómo reaccionar.
¿Lo peor? Tenía razón. Harta.
Quizás, antes -tiempo atrás-, pasé esto alguna vez. Pero hasta podría decir que fue ilusorio. Un pequeño pedazo de ficción comparado con el hoy. Fue, pencamente, prepararse para alguna vez vivirlo. La primera cuesta mucho, dicen. Hay gente que se tranca en ello. Creo que me incluyo en ese grupo. Puedo decir que, hasta ahora, sigue sin ser fácil acostumbrarse a ciertas cosas. Ciertos hechos, o incluso gente. O a esto de dejarse llevar a máximo por el estado anímico. Y darme cuenta que las consecuencias de hacerlo siguen siendo igual de vanas -vacías, efímeras, fomes, lateras, quebrantables, trizables- como lo eran antes. O quizás más.
Quizás no: sí, más.

El otro día llovió. Era extraño, porque el año pasado no lo hizo así. Fue, precisamente el año antes de ese cuando lo hizo con tal magnitud que todo se empapó y se distorsionó. Esta lluvia fue un reflejo de ello. Fue, más que limpieza, un charco de lodo del que no pude escapar. Mis converses fueron prueba de ello. Y mis calcetines teñidos en café, en barro, en olor a tierra y ciudad. A hojas. Fue como verse en un espejo hacia atrás. Fue como si arriba supieran precisamente cual era mi punto débil. Como si el director hubiera dicho "listo, momento preciso, suelten lluvia".
What a moment. Good director, bad script.
La lluvia duró toda la noche. Mientras era tarde y los gatos escapaban para no mojarse, la luz se cortó. Pasar, de nuevo, enfrascado en la ventana fumando viendo como las gotas impactaban en el suelo, me pareció surreal. Oasis, para variar, acompañaba el asunto. Era como otra época, otro tiempo. Era como rebobinar hacia las escenas que pensaba borradas, seriamente dañadas en mi disco duro interno. Pero esta vez era más real. Más profunda la herida y más dañino el humo que entraba en mis pulmones.

Es extraño esto de estar herido. Pareciera como si de alguna forma te ganas temporalmente una suerte de antena parabólica que dura mientras estés en ese estado. Todo a tu alrededor se amplifica y es más fácil obtener cierta información, cierto registro. Entender ciertas palabras y enganchar, conectar, con gente que está igual que uno. Sientes, aunque no quieras, que hasta creas o mantienes un vínculo con alguien más. Con todos esos que andan con vendas y parches curitas. Con todos esos que también perdieron algo.
Que perdieron igual que tú -igual que uno- y que encuentran algo más que nunca buscaron ni pensaron en querer buscar. Pero lo hacen igual.

Sentí que mi propia sangre me traicionaba. Sentí que ya nadie entendía nada y que yo era el único en este problema. Por primera vez no me sentí un extra en mi vida, si no que el protagonista de la peor película. Un actor que no le quedó otra que actuar en un bodrio para poder comer. Y que bodrio más grande. Todo estaba raro, como visto a través de un bifocal. Paradójico, humorístico. Cruel.
Demasiado, demasiado cruel.
Si no me derrumbé esa noche es porque me quité las orejas y decidí no escuchar más. Por esa noche, no tuve oídos. Por esa semana, ese lapso, cada uno de mis cinco sentidos fue un estigma, el más grande de los castigos. Y el sexto, si es que lo tengo, fue el peor.
Fue la sirena roja que me anunció que no saldría limpio del camino en que me pusieron hace meses atrás.













Podría decir más, pero prefiero quedar en menos. Podría pensar que esto es una carta cuyo destinatario puede no estar interesado. Podría decir que me encantaría arreglar todo.
El problema es que no puedo arreglar nada si el que está roto también soy yo.

sábado, 15 de mayo de 2010

En medio del vapor.

Lo curioso es que no para. No se detiene. Ni por a-b-c motivo, no por Pedro o Juan. Continúa. La espiral descendente donde nada es como debería sigue siendo la tónica de las semanas. Se posiciona como contexto. Se aferra y apropia hasta de lo más mínimo.

Desearía volver a pensar que todo suceso es un accidente. Un error, poco menos. Así sería más simple descartar todos estos sucesos y almacenarlos (o derechamente quemarlos) en algún lugar.
Es ahora, este sábado -como tantos antes-, donde me vuelvo a quedar frente a ese trozo de papel con la gran pregunta:

"Sigues, o no sigues, Felipe".

¿Sigues?

Qué pasaría, si, luego de un tiempo reacciono y caigo en cuenta de todo. Si me pusiera a analizar cada pedazo de historia, probablemente sacaría lo peor. Hilaría hasta que todo tuviera la tónica más bastarda posible. Desconfiaría más. Se me iría mi mundo a la mierda, de nuevo. Pensar que cada palabra, cada posible promesa sólo es golpeada por el tiempo y adiós.
Esa es la palabra: adiós.

Cuando me corté, no noté que las cuchillas estaban tan afiladas. Me quedé un rato viendo como la sangre caía y formaba espirales en el lavabo. Como en El código Da Vinci o algo peor. No sé si era el ambiente húmedo o caluroso del baño, pero sentía que no podía sostener mi cabeza. Si la pregunta fue "escaparse o bancar", la respuesta fue "escapar". La cachetada fue fuerte, sí, pero peor fue asumir lo que vendría más tarde. Más rato, ahora, pasado las diez.
Y en la madrugada.
Y en la mañana.

Y que las canciones más rebuscadas que oculté suenen ahora en el televisor.

Es todo una señal: escapa lo más pronto posible de allí.
¿Y quién tiene la fuerza suficiente para desobedecer cuando no queda qué rescatar?

miércoles, 12 de mayo de 2010

730 días antes.

Hay canciones que no he vuelto a escuchar.

Hay películas que no he vuelto a ver.
Hay series que no he vuelto a bajar.
Hay calles que no he vuelto a caminar.
Hay lugares que no he vuelto a pisar.
Hay nombres que no he vuelto a pronunciar.
Hay tallas que no he vuelto a decir.
Hay costumbres que no he vuelto a hacer.
Hay textos que no he vuelto a redactar.
Hay fotos que no he vuelto a tomar.
Hay sobres que no he vuelto a abrir.
Hay días que no he vuelto a celebrar.
Hay objetos que no he vuelto a oler.
Hay secretos que no he vuelto a murmurar.
Hay cosas que no he vuelto a sentir.

Si algo que pudiera maldecir de mí mismo, sería mi memoria. Mi puta buena memoria.
Si tan sólo me cayera un rayo en la cabeza y lo arruinara todo, sería perfecto.

lunes, 10 de mayo de 2010

Lo tenía más que claro...

"A veces me costaba creer que de verdad podía estar con Federica, que no solo anduviéramos juntos sino que, al parecer estuviéramos enamorados. No se lo dije, no me lo dijo, pero estaba claro. Yo, desde luego, nunca había sentido nada igual. Si lo que yo sentía por Federica no era amor, entonces nunca quería enamorarme porque físicamente estaba claro que sería incapaz de sentir y procesar y albergar tantas sensaciones como las que tenia dentro. No estaba dispuesto a arriesgarme a preguntarle si me amaba o no. Esas eran preguntas de telenovelas, de películas romanticas que se filman para gente que no tiene romances. Daba lo mismo lo que sentíamos, lo importante era sentir. Eso era todo, con eso bastaba."


Las películas de mi vida. Castillos de hielo, Alberto Fuguet.

miércoles, 5 de mayo de 2010

"I just wanna save you in every single way than a human been could save another one".