miércoles, 19 de mayo de 2010

Fix you. But fix me.

Pasó que no supe qué pasó. Cuando miré a ambos lados, para verificar si estaba solo, sentí un escalofrío que no supe como interpretar. Caché que había una colilla en el suelo y me decidí a prender otro cigarro.


Si no era el tiempo quien me estaba atrapando, no sé qué era.

Si recuerdo tal cual fue, podría decir que fue latero. Completamente. O más que eso, complejo. Denso. Cuático, harto. Fue un lapso de tiempo que sospeché durante varios meses antes. Justo cuando todo detonó. Cuando todo estalló y mi realidad se cayó a pedazos sobre mis zapatillas, vislumbré todos aquellos momentos que me deparaba el futuro donde no sabría cómo reaccionar.
¿Lo peor? Tenía razón. Harta.
Quizás, antes -tiempo atrás-, pasé esto alguna vez. Pero hasta podría decir que fue ilusorio. Un pequeño pedazo de ficción comparado con el hoy. Fue, pencamente, prepararse para alguna vez vivirlo. La primera cuesta mucho, dicen. Hay gente que se tranca en ello. Creo que me incluyo en ese grupo. Puedo decir que, hasta ahora, sigue sin ser fácil acostumbrarse a ciertas cosas. Ciertos hechos, o incluso gente. O a esto de dejarse llevar a máximo por el estado anímico. Y darme cuenta que las consecuencias de hacerlo siguen siendo igual de vanas -vacías, efímeras, fomes, lateras, quebrantables, trizables- como lo eran antes. O quizás más.
Quizás no: sí, más.

El otro día llovió. Era extraño, porque el año pasado no lo hizo así. Fue, precisamente el año antes de ese cuando lo hizo con tal magnitud que todo se empapó y se distorsionó. Esta lluvia fue un reflejo de ello. Fue, más que limpieza, un charco de lodo del que no pude escapar. Mis converses fueron prueba de ello. Y mis calcetines teñidos en café, en barro, en olor a tierra y ciudad. A hojas. Fue como verse en un espejo hacia atrás. Fue como si arriba supieran precisamente cual era mi punto débil. Como si el director hubiera dicho "listo, momento preciso, suelten lluvia".
What a moment. Good director, bad script.
La lluvia duró toda la noche. Mientras era tarde y los gatos escapaban para no mojarse, la luz se cortó. Pasar, de nuevo, enfrascado en la ventana fumando viendo como las gotas impactaban en el suelo, me pareció surreal. Oasis, para variar, acompañaba el asunto. Era como otra época, otro tiempo. Era como rebobinar hacia las escenas que pensaba borradas, seriamente dañadas en mi disco duro interno. Pero esta vez era más real. Más profunda la herida y más dañino el humo que entraba en mis pulmones.

Es extraño esto de estar herido. Pareciera como si de alguna forma te ganas temporalmente una suerte de antena parabólica que dura mientras estés en ese estado. Todo a tu alrededor se amplifica y es más fácil obtener cierta información, cierto registro. Entender ciertas palabras y enganchar, conectar, con gente que está igual que uno. Sientes, aunque no quieras, que hasta creas o mantienes un vínculo con alguien más. Con todos esos que andan con vendas y parches curitas. Con todos esos que también perdieron algo.
Que perdieron igual que tú -igual que uno- y que encuentran algo más que nunca buscaron ni pensaron en querer buscar. Pero lo hacen igual.

Sentí que mi propia sangre me traicionaba. Sentí que ya nadie entendía nada y que yo era el único en este problema. Por primera vez no me sentí un extra en mi vida, si no que el protagonista de la peor película. Un actor que no le quedó otra que actuar en un bodrio para poder comer. Y que bodrio más grande. Todo estaba raro, como visto a través de un bifocal. Paradójico, humorístico. Cruel.
Demasiado, demasiado cruel.
Si no me derrumbé esa noche es porque me quité las orejas y decidí no escuchar más. Por esa noche, no tuve oídos. Por esa semana, ese lapso, cada uno de mis cinco sentidos fue un estigma, el más grande de los castigos. Y el sexto, si es que lo tengo, fue el peor.
Fue la sirena roja que me anunció que no saldría limpio del camino en que me pusieron hace meses atrás.













Podría decir más, pero prefiero quedar en menos. Podría pensar que esto es una carta cuyo destinatario puede no estar interesado. Podría decir que me encantaría arreglar todo.
El problema es que no puedo arreglar nada si el que está roto también soy yo.

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