martes, 20 de agosto de 2013

No sé realmente...

... qué sentir en este momento. Apenas han pasado unas horas. Si sé que en este preciso momento, de la manera habitual, estaría sumergido en una pena similar a las pasadas y las de la memoria. Pero esto no es habitual, tú no eras habitual. Ese fragmento de familia, que fue -es- tan ajeno, no era para nada habitual.
Entonces, por qué me perturba? Por qué no-nada? Probablemente sea el hecho de que o soy muy hueón, muy inocente o solamente humano.
Sí, igual tengo pena. Pero no es la usual. Tengo pena por todos los años que no estuviste, por los años que me ilusionaste haciéndome creer que estarías ahí y las promesas que hiciste, pero que no tenían fundamento. Por aprovecharte de mi mente infantil y sin conocimiento, haciéndome quererte por el hecho de la sangre y porque de verdad quería tenerte afecto. Siento rabia por lo mismo y por las cosas que hiciste al final, quizás escudándome en las palabras que salieron de casualidad cuando se abrió la puerta: "quizás es lo que se merecía y no tenía que hacer lo que iba a hacer". No, no tenías. Ridículo. En gran parte, te lo merecías.
Tampoco puedo echarte toda la culpa. Pero sí, la tenías casi toda. Aunque nunca sabré del todo bien que pasó cuando esto inició. Más de los rumores y los testimonios del odio, no lo sé. Y me gustaría saber, para saber si algún día tengo que ir a tirarte flores a la tumba o si tengo que enterrarte más profundo de lo que mañana estarás.

No puedo despedirme de ti, porque eres un cacho en mis recuerdos. Eres un truco, una neurona que no quiere entender y una ilusión proyectada con demasiados secretos. Eres una sombrero, una boina, al lado de mi leche con chocolate, en pleno verano del '96. Un recuerdo difuminado y defectuoso. Cruel, si le quieres agregar.
Eso eres y así te fuiste.
Nunca saldamos nada.
Nunca saldaremos nada.
Porque te fuiste sin asumir a los demás.
Porque te fuiste y nunca te interesó cuando lloré por ti.