domingo, 26 de febrero de 2017

Secreto callejero.

20:00.
Hay una protesta que no me deja salir de la estación del metro. Intento colarme entre ellos, pero son como barrotes de acero de una prisión o algo similar.
Un sujeto deja caer su cartel y puedo pasar entre ellos. A la distancia, unas cuadras más allá, gente impaciente espera los artistas que estarán en la quinta. Creo que está la Olivia Newton hoy.
El bullicio de la calle es suficiente para penetrar la capa de plástico, metal y cuerina de mis audífonos. No importan los pasos, las calles están repletas de gente.
Y yo entre ellos.

20:45.
Mis zapatos se encuentran con arena donde debería haber pavimento. La calle está mojada y huele a sal. Un, supongo, padre con un hijo saltan a la vereda desde la división de concreto que separa la calle de las rocas, escapando de una ola que igual les moja la espalda.
Un poco más atrás, en el casino, hay gente que va a una fiesta elegante. Un poco más atrás, una chica estaba sentada en la pileta viendo a los malabaristas practicar. Pero no era la chica que quería ver ahí.

Era poco probable que pudiera sentarme en las rocas con escritos bíblicos porque las olas no han parado de reventar. Estoy en un escaño paralelo a los juegos de los niños. No hay tantos.
Estoy mirando al mar y veo los tonos azules siendo contrastados por un pálido naranja y un amarillo que tratar de borrar cualquier otro color. El sol no está completo, es tapado por el castillo, que se impone sobre el mar como tratando de hacer un gran punto en la conversación. Hay pájaros cantando y los mismos barcos que han estado desde que comencé a venir.

21:15.
El sol ya comienza a despedirse. Los últimos rayos de sol van escondiéndose más allá de lo que se ve de valparaíso en el horizonte. Mis ojos están acá, esperando la puesta de sol. Mi mente divaga por el sector, como si fuera una proyección astral primeriza.
Existe, quizás, una lucha constante en este momento. Es complejo describir cuando tienes dos situaciones completamente opuestas encerradas en la misma alma. ¿Es acaso eso posible? No lo habría creído antes. Dicen que no sabes hasta que te pasa a ti.
Desde hace 23 días he estado constantemente en un debate interno. Me gusta admitir que voy perdiendo ese debate. Me gusta saber que la voluntad de hierro no puede ganar. Ya no.
Me dejé de sentir ajeno a vivir en mi cuerpo. A veces me cuestiono cómo podía haber estado tan errado. Me cuestioné también cuántas veces lo había estado antes. Es curioso, pero fueron menos de las que pensaba. En serio. Lo revisé harto.

21:32.
Lo único que existe del sol, es el último rayo verde que recorre horizontalmente una porción de mar suficientemente pequeña para ser raramente visible. Hace unos 5 minutos, hay una chica sentada en unos escaños más abajo que yo. Me ha mirado un par de veces. No sé por qué. Me pidió fuego y volvió a su lugar. Está callada y mira su teléfono y cada tanto vuelve a mirar a mi lado. Estoy incómodo, porque no quiero que inicie algún tipo de conversación. Siento que quiere decir algo y no tengo interés en ello. Espera a alguien. 5 minutos más y ya no está.
Miro mi teléfono.
No hay notificaciones importantes.

21:50.
Voy por el rumbo más tranquilo que encontré en dirección a libertad. Un par de semanas atrás, haciendo el mismo ejercicio, recuerdo venía entumecido y concentrado en una idea que rescataba de todo el cúmulo existencial que tenía presente. No puedo ser lo suficientemente honesto, en algo que sé podría ser leído, para expresar qué era. Pero era una idea que me aterraba más que otra cosa. Tenía sus grandes planteamientos, pero ninguno de ellos era suficientemente agradable para mí.
Ahora no tenía esa idea presente. Pero sí sabía que era una posibilidad. Ojalá hubiera hecho este ejercicio antes.
¿Qué otro gatillo podría haber funcionado?

22:18.
Un asiento más adelante, hay una persona que conozco desde hace años. Tampoco hemos hablado desde hace años. Ya no es una persona de mi universo. En algún punto fuimos muy cercanos. Hubieron diferencias, pero nada grave. Sólo sé que no debía estar aquí y cuando se fue, realmente no miró a nadie atrás. Fue expedito, casi indoloro. Al principio.
No me ha visto. Viene mirando su teléfono. Como todo el mundo. La gente ya no observa a la gente. Sólo observa sus selfies en las pantallas. La gente ya no mira su entorno. Ya no se comunican con el espacio donde están, sólo lo habitan momentáneamente.
Mientras observo, analizo el innegable hecho de lo mucho que me cuesta olvidar. De lo mucho que me cuesta generar relaciones con el resto del mundo, por temor a ser herido o que lo que haya invertido emocionalmente sea algún chantaje futuro o algún análisis "de aprendizaje". Creo que a nadie le gusta ser sujeto de experimentos.
O simplemente: que se vayan.
Soy, como en esa frase de Dr. House, una persona que mide la vida con las personas con las que está atrapado en un cuarto. Estoy positivamente seguro, no me hace gracia estar atrapado en este carro con toda esta gente aislada. No es el cuarto en el que quisiera estar. En ese había chocolates escondidos y dibujos en la pared. Y un espejo grande donde me podía ver entero.

...

Estamos por llegar y yo me bajo antes. Es raro que alguien que era importante en tu vida ahora no sea alguien más que un encuentro casual de metro. Es raro el avance del tiempo y los cambios que genera. Es curioso pensar que es más cuático que alguien que fue importante se haya ido a que haya muerto. Cuando una persona muere, de alguna forma hay un cierre, algo biológicamente forzado que obliga a decir adiós. Cuando una persona se va, de alguna forma sabes que sigue por ahí en el mundo, haciendo su vida y quizás tomando vino esta noche. El único cambio, es que ya no estás ahí.

Me bajo sin mirar atrás.

??:??.
El calor que alguna vez existió ahora es reemplazado por una brisa que acaricia mis mejillas al punto de sentirse ligeramente rozada por pequeñas hojas de afeitar. He estado aquí suficiente rato como para perder la noción del tiempo. Mi teléfono murió, no lo he querido recargar, no puedo escuchar música. Sólo autos, risas lejanas y alguien que reclama porque le hicieron trampa en las cartas.
Tantos cuartos y yo en espacio abierto, a plena vista, flanco directo.
La comodidad de este lugar es sólo interrumpida por lo mal hecho de la banca y lo plano que me tiene el culo. La comodidad de este lugar es sólo interrumpida porque estoy aquí.
Pero no me importa. Estoy conmigo. Podría ser peor, podría no estar. O podría estar mal acompañado.
O podría estar como hace años atrás tratando de aplacar mi vida en alguna fiesta donde conozco a pocos y no me interesan. Pero estoy conmigo. Y ese ya no se siente agobiado por la presión que tenía. Por esa presión autoimpuesta, acelerada, sin descanso ni respiro. Con enfoque, pero sin concentración. Con ambición, pero sin canal. Con afecto, pero sin seguridad. Con voluntad, pero encerrado en un humo espeso difícil de tragar.
La calma de mi estancia aquí, la franqueza de mi alma, es sólo agobiada cada tantos minutos no programados por mi corazón que se siente solo. Solo y preocupado. Solo y esperanzado. Solo y extrañando.
Es hora de caminar.

Antes volver a casa se sentía normal.
Ahora se siente un cuarto que espera a alguien más que a mí.
Y yo, cursimente, le hablo a mi corazón diciéndole que...

... bueno, cosas que no puedo contar.

lunes, 20 de febrero de 2017

Te extraño demasiado.
Pero te extraño más cuando sé que lo que tenía era lo que quería y que no lo supe siempre valorar.
Te extraño tanto, que mi vida parece un pueblo fantasma, a pesar de estar solo y contento, no es el mismo pueblo.
Te extraño tanto, que sé tu existencia complementa mi felicidad.
Te extraño tanto, que sé que un fragmento de mi alma quedó contigo y no sé si volverá.
Te extraño tanto, que reconozco este tiempo de ausencia como una era en mi historia.
Te extraño tanto, porque eres la persona a la que admiro más.
Te extraño tanto, porque amaba lo que hacías en mí.
Te extraño tanto, por el simple hecho de que cuesta explicar lo que es amar.
Te extraño tanto, porque tú vales la pena la espera.
Te extraño tanto que no quiero seguir extrañándote.