miércoles, 22 de diciembre de 2010



Don't let me high,
Don't let me dry.

No es lo que busqué.
Es lo que tú buscaste.

martes, 21 de diciembre de 2010

Eclipse.

En todo caso, si esto se llama eclipse, no es porque hable de él: es porque no se me ocurrió nada más.
Lo importante -y lo extraño- es que queda poco para terminar. Finalizar este año extraño de una vez por todas.
Sé que me quejo, pero tampoco debería tanto. No pasó tan mal como pensé. Tampoco fue de lo mejor. No supera el año anterior, en el balance general. Digamos que su nota, sin contar el último lapso que se viene ahora sería de un extraño 4.2. Lo único que ha salvado el promedio ha sido lo único bueno que ha pasado después de tantos quiebres -en general y en específicos-.
Lo que es extraño, lo que me causa curiosidad, es ¿por qué ahora? No entiendo. No tiene sentido ni tiene lógica. No me cuadra en lo absoluto. Y creo que fui más cortante de lo que yo mismo pensé que sería alguna vez. Pero no fue mi culpa.
Para nada, sé que yo no hice nada más allá de lo que siempre hice y que no pude seguir haciendo.
Es cuento viejo, sí, pero es parte de lo que me definió alguna vez. Harto. Digamos que tener un disco duro en la cabeza es algo que pesa hasta que se apaga. Ese es el problema: nada se olvida. Nada. Aun se mantiene lo bueno, lo malo, lo rescatable y los días que baneé de mi consciente. Más, si pasa esto.
Más si el hilo, la secuencia de eventos se reactiva después de.
Yo no cacho. Trato de bloquear los impulsos. No hay interés, no hay respuesta. No vivo a base de testeos.
Por muy cruel que pueda sonar.
En todo caso, el cruel en este asunto no fui yo.
Sólo traté de sobrevivir.

Ya no es noche, ya es de día y mis ojos acusan sueño.
Supongo -aunque algo extraño ocurra en el interior y todos esos pensamientos flotantes y gritones que se acumulan en el hemisferio derecho y que calan como punzadas y que se repiten y que son en widescreen, como en un cine- que es mejor dormir. Y dejar los días atrás. Las semanas, las horas, los recuerdos, los vestigios, los imperios, los países, las cicatrices -que duran para siempre- atrás.
Aunque sea lo más difícil que he hecho desde hace mucho tiempo.
Y se sabe -¿usted?- por qué es así.
Y yo nunca mentí. Así que tengo por seguro que sabe es así.



Estoy dando la hora. Ando puro hablando hueás.
¿O no?

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Bruises than won't heal.

Miro al techo y no pasa nada. No llueven cigarros, ni nada por el estilo.
Miro mis manos y no pasa nada.
Miro mi boca y está vacía.
El espejo, creo, es un consuelo que no me queda. No me sirve, no me agrada.
No sé que ha sucedido, ni sé que pasó. Lo que sí sé es que quedé en medio de una tormenta.
Quedé dando vueltas.
Y no quiero girar más.
No sé por qué tuvo que suceder esto.
Justo hoy.
Justo ahora.
Justo al final
Justo cuando todo tenía un orden aparente.

sábado, 11 de diciembre de 2010

I'm staying.



-What are you doing?
-I said okay.
-Don't pull this, Dale.
-I'm not pulling anything. If you're staying, I stay too. He's right. We know what's waiting for us out there. I don't want to face it alone.
-Dale, get the hell out. I don't want you here.
-Too bad. See, you don't get to do that, to... to come into somebody's life, make them care and then just check out. I'm staying.
The matter is settled.

-The Walking Dead 1x06 "TS-19".

martes, 7 de diciembre de 2010

Autista.

Me acuerdo que cuando caminaba por av. Libertad pensaba que los ciclos que pensé repetibles se volvieron lo contrario. Cuando salí de ella y me encaminé hacia avenida San Martín, las calles aun estaban cálidas y la notoria ausencia de cosas estaba más que perceptible. Me acordé que caminé estas calles acompañados de tantos cuerpos distintos y que ahora ninguno estaba. El ciclo de la vida, le dicen. Algo que aun no me calza del todo.
Si la vida son experiencias nuevas y gente nueva, todo eso implica olvidar. Renovar, cambiar, mutar. Cambia el aire, la gente, las ganas, el cielo, el largo del bigote, lo rápido de los pies. Me parecía y me parece extraño, aislado. Lejos. Nunca me agradó esto de lo súbito. Siempre me costó aferrarme a cosas nuevas, crear algo más que un simple dibujo en un papel. Era tanto el tiempo de aprendizaje, de adaptación, que cuando terminaba se me hacía injusto. Me sentía como recién entrando a un juego donde me sacaron porque la pelota me cayó en la cara. Y puta que me desangró de narices.
El iPod estaba metido en su idea de hilar canciones de Smashing Pumpkins con NIN. Pasé por fuera de Starbucks y revisé mi billetera. No había nada más que los 5 soles peruanos y los 200 pesos colombianos, así que caminé a la playa. Cuando me senté en el escaño de piedra gastada recordé que acá vine con una amiga una vez y que quedó la cagá, porque empezamos una guerra de arena que terminó con mi ojo derecho rojo. Recordé también que una vez vine a llorar. Plancha y de las peores caras de mi vida: fue una vergüenza ajena caminar por ahí.
Estaba aburrido y comencé a ojear el cuaderno de turno. Nunca tengo uno en específico y nunca me acuerdo que escribo en cada uno. Encontré que tenía -entre la materia de un ramo del año pasado- de esas mini-notas que quieren ser cuentos. Apuntes autistas y descargos varios. Junto con un par de anhelos que nunca pasaron. Fue casi como recordar todo lo que quise decir y que nunca dije para no andar sobrando. Para no herir, en una de esas. Si me pagaran por todas las veces que callé y que pude decir algo que realmente quería decir, pero que no dije porque pensé que en el futuro habría algún momento idóneo -tonto, nunca pasó-; no sería millonario, pero tendría de sobra para comprarme un auto. Uno piola y que me serviría como para tirarme al sur. Bencina incluída por un par de días. Fue raro, porque volví a ese trance inútil y sobretocado sobre las relaciones humanas. Y la gente. Ese extraño nexo sobre encajar.
Revisé todas esas películas que había visto sobre lo mismo y que cada vez me identificaban más. Las mismas preguntas y las mismas dudas eternas de sobre cómo funciona la gente. Sus problemas y miedos, sus ganas de ocultarse y arraigarse a uno. La cantidad de secretos y promesas y planes que a uno lo ligan al tiempo con todos los demás. Y como que le tomé peso y lo sentí en mi hombros, así que me desplomé y quedé acostado en la arena. Por suerte, mucha suerte, me quedaba un cigarro. Fue ad-hoc.
Mirando al cielo y buscando la forma de alguna tortuga es que me quedé con la idea de eso. Y descubrí que con el tiempo, con mucho tiempo y harto ensayo-y-error, me obligué a aplastarme dentro de mí y a tratar de fusionar una especie de personaje extrovertido con las cosas que siempre quise decir. Fue como si el autista que siempre fui se aisló aun más dentro de un personaje que controlaba desde adentro. Como haciendo el descubrimiento del siglo -y ni tanto- de que para ser un real autista había que estar rodeado de más gente. Mientras más extrovertido, más se alimentaba el ser solitario e incomprensivo -de la realidad, la vida, la gente, sus sentimientos, sus mundos, sus "verdades"- que se resguardaba detrás de un disfraz. Uno bastante malo, por cierto.
Reciclé harto rato hartas anécdotas y hartas verdades a medias. Un montón de confesiones que sonaron fuerte años atrás y que ahora eran nada. Y traté de pegarme bien fuerte al presente, rogando a dedos cruzados que otra vez las cosas no volvieran a cambiar, pero con el pesimista interno gritando que sucedería over and over again.
Ahí, justo, sonó Jean Michele Jarre y me dejé llevar y traté de apagarme un rato con tal de cambiar de onda.
Al parecer, la frecuencia no fue muy fuerte.
Cuando me paré habían pasado unos 20 minutos. Y vi las siluetas y las huellas en la arena. Y caché que la mía estaba algo más aislada de donde estuvo un grupo. Y a unos 5 cuerpos de huellas de una pareja que caminó junta. Dibujé con un dedo una silueta al lado de la marca que dejó el peso de mi cuerpo y me eché a caminar, borrando cada tanto las huellas de mis zapatillas.
La arena me lo había dejado claro: ser autista -encubierto, camuflado, fuera de foco- no era tan malo, pero cada cierto tiempo -y con mayor fuerza- pesaba.
Y cada vez que eso pasaba, era hora de simular más.
Total, mentir un rato es parte del juego.
Se le llama sobrevivir.
Y en ese juego no iré ganando, pero me defiendo.

"Levemente autista. Como todos los grandes.". 
-Alberto Fuguet.