martes, 25 de agosto de 2009

Ventana universitaria.

Llevo más de 20 minutos mirando como la pseudo-escarcha se derrite de la ventana. La pantalla estaba vacía y comencé a teclear esto para que el tipo que cuida la sala no pensara que estoy haciendo nada. Es precisamente lo que estoy haciendo: nada. Las gotas se acumulan en la base y, por una falla en la construcción, una pequeña poza logra colarse hacia adentro, goteando sobre la mesa del computador 23.
Se supone estoy haciendo un trabajo. Ahora debería estar en clases, pero el profe nos mandó a investigar. Mi investigación no me llevó más lejos que la sala de computación, mientras el resto de mis pseudo-compañeros deambula por la biblioteca. La sala está prácticamente vacía. Dos tipas, el tipo de la sala, yo y el zumbido de los ventiladores de cada computador. No es la primera vez que escribo desde estos Mac's.
Estoy pensando en todo. En todo y en nada, como dice el cliché que he repetido varias veces. No sé si es lo correcto en este momento. Tampoco si viene al caso o no. La cuestión es que algo lo detonó y no sé si fue el metro, el olor en mi bufanda, las fotos que vi anoche o las canciones que escucho ahora. Cuando me bajé del metro aun quedaban 5 minutos para entrar a clases. Corriendo. Me tomé mi tiempo e incluso me tiré en el pasto que descansa bajo la virgen en el patio central. Entré 10 minutos tarde. A nadie le importó.
No sé si es porque pienso que estoy dopado o algo (por las pastillas nuevas que tengo que tomar para la cabeza. Me encanta leer los efectos colaterales que dan. Pienso que cada uno es una posibilidad tan posible de lograr como el supuesto efecto esperado), pero tengo la cabeza sumida en cosas que pensé superadas. O sea, que ya no daban tanta vuelta por aquí. Y sí, están superadas, olvidadas. Mas que olvidadas, enterradas: visibles, con testimonio de que algún día estuvieron. La cosa es que rondan, de nuevo, pero son distantes. Lejanas, perdidas y sin ninguna relevancia. Se sienten, claro, tanto como en su día fueron importantes. Como cuando entraba: venía un grupo de colegialas rebeldes que de seguro faltaron al colegio. Hablaban de comerse a tal y tal tipo. Hablaban de puras huevás teenagers. De alguna forma, sus palabras, sus gestos, me repudieron. Me sentí inocente. Y eso que me queda claro que inocente ya no soy. Hace tiempo que no, pero me sentí indefenso, chico. Antiguo. Me sentí un torpe, como en una fiesta donde todos "poncean" y se besan sin interés y yo creyendo en el amor or something. Como cuando quieres y no te quieren. Inocente, niño. Sin abrir los ojos (los tres), durmiendo, viviendo de cuentos felices. Me sentí como cuando tenía cero esperanza en la gente. Como cuando pensaba que todo el mundo es un asco. Una mentira disfrazada de felicidad. Una enfermedad disfrazada de normalidad. Un antro pervertido disfrazado de cariño. Just like that: el mundo hecho un asco.
Eso nunca se va del todo.
Antes pensaba mucho en eso. Como dije, nunca se va del todo: queda ese sentimiento automático en el fondo que te provoca refugiarte más de la cuenta. Que te provoca preguntar dos o más veces antes de aceptar algo como verdad. Los presentimientos no ayudan. Esa, según algunos, "buena cuea" para lograr enterarse de todo, tampoco. Al final, lo único que provoca es retraerse. Contenerse. Y cuestionarse si uno está a salvo o no. Si alguien realmente puede quererte de verdad y no sólo por algo más, por interés. De si la vida es tan espeluznante como la comienzas a ver cuando cumples edad para y el mundo te asalta con seguros de vida, con pólizas, con cuentas corrientes. Con hipotecas y con crédito. De si realmente estaría mejor aun jugando con mis soldados y legos. Esos juguetes de plástico que hoy en día los suplen los juegos en el pc y las películas. Los cuentos y fábulas infantiles que hoy se transformaron en cuentos sobre amores lejanos, caídas, muertes y dramas. Casi como los que escribo sin querer.
Y qué pasa, ¿qué pasa cuando en un momento, quizás, puedes llegar a pensar de que sí puedes estar a salvo? ¿Perdiste la cabeza? ¿Estás dopado? ¿Encontraste algo que te faltaba?
Supongo que me siento a salvo. No, sí, me siento a salvo. Algo paranoico, claro, pero es es relativamente normal.
Whatever. Estar tanto rato aquí sentado con tanto zumbido me llevó a pensar cosas que ni siquiera debería estar pensando. Yo estoy bien y esto no viene a esa onda. Además, las tipas ya se fueron y el recreo está por comenzar. "Recreo". Entre-clases, queda mejor. Ventana, break, descanso. Pero yo ya descansé. Yo ya volví a la actividad. Creo, no sé cuanto me la compro. Sólo espero que las promesas que me hice a mí mismo las cumpla.
Cresta, me estoy yendo por las ramas de nuevo.
Mejor salgo y a fumar.
Y salir de este paréntesis y retomar donde estaba.
Punto final.

2 comentarios:

Madelein Araya dijo...

jajaja Me dió risa leer este post. Me sentí identificada con demasiadas cosas! xDD
Eso de mirar a los jóvenes y no entender porque son como son. El sentirte fuera de lugar. Cómo que derrepente un@ no sabe si se volvi@ viej@ o es que las cosas van muy rápido. Y eso que sólo tengo 21! Pero aveces me siento así.

p.d.: Por cierto, que estudias??

Nieto dijo...

Chu, y yo a veces, con sólo 17, me siento fuera de lugar... en la misma juventud a la que pertenezco D: