jueves, 7 de octubre de 2010

A House is not a Home.

Creo que le tengo terror a las conversaciones uno a uno. No es una cuestión que me haya dado cuenta ahora, pero últimamente me ha pasado con más frecuencia que antes.
Creo que todo pasa porque en determinado momento de una conversación equis no sé qué decir. No se me ocurre nada y comienzo a sentirme paranoico y responsable del hilo de la conversación. Como que si yo no hablo, el incómodo silencio será inminente. Creo que son pocas o contadas las conversaciones –más bien, las personas- en las que sé que no tengo que rellenar. O sé que si el silencio viene no será tan incómodo como el usual. En todo el resto, ese pequeño miedo acusa de alguna u otra forma.
Tengo la idea que fui diseñado como el conversador aledaño. Ese que cuando dos o más personas están platicando, opina de vez en cuando, pero lo escucha todo. Agrega. Es como un condimento, nada más. Y supongo que no es porque no tenga nada que decir, si no que lo que tengo que decir no viene al caso o es un mero detalle. O en una de esas sí es válido y útil, pero pienso que no será tomado en cuenta.
Hoy me pasó camino a clases, en el metro. Me encontré con varios que no veía hace años. También me pasa en Messenger, pero ese medio tiene la gracia de que estás escudado: puedes desconectarte, cambiar el estado o si no contestas en mucho rato puede hasta pasar piola. Es al momento de los cara a cara cuando sucede. Face to face.

Este tema me asalta porque, como dije, últimamente es más a menudo. Esto, yo cacho, es porque en estos meses he conocido demasiada gente nueva. Muchos de los cuales no estoy ni ahí en conocer o haber conocido. Conexiones por la u, por amigos de amigos, por motivos tipo accidente, por mera casualidad. Hay unos cuantos, sí, que desde este año vengo conociendo y se han vuelto permanentes. Incluso, un par, más que eso. Algo así como confidentes. O algo que ayuda a sanar.
Es el resto –la manga de idiotas que populan por ahí- los que estorban. Con los que más me cuesta –y ni me interesa- rellenar. Molesta sólo cuando es alguien que me importa, o que me produce algo, que me llama la atención.

Mis clases terminaron hace un rato. Deambulo por las calles costeras de viña. Estoy sentado en una plaza a la que vine hace un par de meses, por razones extrañas. Estoy con el note y hago un trabajo. Hacía, más bien, abrí una nueva hoja y el trabajo quedó en stand by.
Hace poco fue mi cumpleaños. Fue una cuestión sumamente extraña.
Antiguamente, cuando chico, mis viejos solían celebrarme los cumpleaños. Recuerdo que tampoco fueron tantos, pero que el último fue, lejos, uno de los más bacanes. Fue en mi segunda casa y yo tenía como 11 años. Me llegó un Pikachu de regalo y estaban todos mis amigos. Las cuadras de esas calles donde vivía eran enormes y a las faldas de un cerro. Varios corrían hacia abajo en skates, mientras otros jugaban en el patio con mi papá.  La mayoría metidos en el Super Nintendo y en la sensación de esos años: el Nintendo 64. Jugamos hasta que era muy tarde a las escondidas en las calles de mi casa. A las escondidas, qué tiempos. Tengo en mi mente las imágenes exactas, como si hubiera sido ayer. Lo recuerdo todo claro y nítido. Demasiado nítido.
Ese fue el último cumpleaños que celebré. Años después se transformó en una cuestión de onces y algo más íntimo. A excepción del año pasado, que ahora no es más que un recuerdo complejo. Pero que de algún modo está asentado en mis buenos recuerdos, aun, cuando no quisiera que estuviera allí…

Este año, para cambiar, para reventar la rutina y tratar de avanzar –moverme, cambiarme, alejarme- lo quise celebrar a lo grande. Eran como 43-45 personas –se me fue el número- todos metidos en un local. Debo decir que más me estresé que la pasé bien. Pasaron demasiadas cosas, demasiados entorpecimientos e incidentes que no se pudieron evitar. Fue extraño, y más bien, apocalíptico. Terminé decepcionándome de mucha gente, y asombrándome de unos pocos. Me asusté ene, me urgí caleta. Sucedieron muchas cosas que no tenía planeadas ni nunca debieron suceder. La pasé mal. Hubo un momento en que todo se arreglaba, que me comencé a relajar y a pasarlo bien y otro incidente ocurrió y todo se me fue a la cresta. Estaba ebrio e iba por buen camino y terminé más sobrio que todos y con una cara que me llegaba hasta el piso, lo sé.
No lo he explicado mucho, ni a mucha gente, pero fue una cuestión que dolió. En varios ámbitos. Cambió muchas cosas. Cambió mi percepción de mucha gente. La mayoría para peor.
Incluso, pude morir. Y no estoy hueviando. Tampoco es metáfora. Un choque de autos no es una metáfora.
Todo terminó detonando demasiadas cosas. Se rompieron un par de cadenas y se soltaron muchas de las bestias de la caja de Pandora. Moraleja: nunca más. O nunca más mientras no sea en una casa donde puedas controlarlos a todos.
Estuve un par de semanas dándole vuelta a mis amigos –o a la gente que conozco, como le expliqué a una amiga mientras tomábamos café-. Puedo apostar que sólo aposté por un par. No más allá que la cantidad de dedos en mis manos. Sin considerar el dedo que tengo fracturado.
Incluso, también, cuestioné a los más cercanos. Y a la sangre.
Fue todo un maldito error.
Yo quería terminar ebrio y feliz. Terminé sobrio y enojado.
Y sintiéndome más solo que acompañado por tanta gente.
Suele suceder.




(Parénteris)
A cada tanto me pasa, desde hace un tiempo, que veo tu silueta en la calle. Siempre son errores, siempre es alguien más. Cada vez que sucede siento lo mismo: extraño, casi ajeno, lejano, demasiado, porco cuerdo, injusto, desierto. Detesto que suceda. Detesto el tiempo. Ver las fotos y los videos lejanos. Esos antes de que aparecieras. Mucho antes, cuando era tranquilo y freak y, casi, feliz. Era distinto. Fue un antes y un después. Sigo siendo el mismo, pero ya no actúo igual. Antes era más libre, antes no me costaba reírme de mí. Ahora el mundo es distinto, ahora no tengo la misma cara que hace 6 años.
Pasó de nuevo y una silueta similar. Es intrigante, de vez en cuando. Es extraño olvidar. O, es, más extraño pensar que el resto de tu propia vida recordarás algo que después de tanto tiempo se verá como una foto de antaño, en sepia, arrugada como la piel. Con sus colores perdidos, con la imagen borrosa. Con todas las risas y lágrimas impresas en papel cuya consistencia se ha perdido de tanto ser arrastrado.
Ahora, cada vez que pasa, cada vez que diviso la tenebrosa silueta, muy similar, casi idéntica, giro la cabeza.
Y miro a otro lado.
Aun, cuando duela.
(Cierre Paréntesis)





Esa noche me acuerdo que soñé muchas hueás. Dormí mal y con frío. No sé cuánto tiempo después el pensamiento no salió más. Igual han pasado pocas semanas. Y creo que la única vez que lo he podido expresar casi completamente fue esa tarde con café y compañía. Y aun así no me quedó del todo claro –la película, el hecho, el torbellino de ideas sin forma- lo que quise decir, lo que sentí y lo que siento.
El día pasa rápido y tengo ene que hacer. Creo que sólo me siento solo, harto. Tanta gente y ni una mano que sostener, algo así. No sé si es por el tiempo, por las circunstancias, por las caras o por no saber donde largarme a llorar.
Mi cara mantiene la misma sonrisa idiota que tengo desde que tengo uso de razón, pero en el fondo, soy un cabro chico que está solo, en un aeropuerto, cuya familia tomó un avión y lo dejó atrás. Y no puede volver a casa, porque no tiene dinero. Y no podrá ver a sus amigos más. Ni a sus juguetes, ni a su casa.
En el fondo, dentro en el alma –quizás- tengo un berrinche de soledad.
Y lata porque mi cabeza no pare de recordar.

Oh, please, say to me
You'll let me be your man
and please, say to me

You'll let me hold your hand
Now let me hold your hand
I wanna hold your hand

And when I touch you I feel happy, inside
It's such a feeling
That my love
I can't hide
I can't hide
I can't hide 
 
 

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