lunes, 19 de abril de 2010

Break, trabajo, stress, cartonero, craft.

Si me pudiera soltar incluso más, sería devastador. Si tan sólo dejara fluir aun más la espesa tinta negra de mis manos para dar con el punto real de todo esto, creo que me impresionaría ver qué termino escribiendo. La facilidad con la que paso del odio a la resignación y de ahí a seguir y no caer y mantenerme en mi posición y de ahí a calmarme y de vuelta es asombrosa. Como en este momento, donde la rabia vuelve a consumirme. Y que sé que más rato ya no lo hará y bajará todo en picada de nuevo. Y después quién sabe.

Es todo esto, el texto, lo que me une y me separa. Es la vara con la que me mido, creo. Las letras y las palabras separan gente. Y las une. Y a veces, hasta los mata.
Las mías, separan. La mayor parte del tiempo. Hubo un tiempo en que era al revés. Y era raro que pasara. Era raro que funcionara.

No entiendo cómo es que los mensajes rebotan, de nuevo. Como todo aparece de la nada y termino metido en cosas que debería evadir mejor. O es que quizás no puedo evadirlas. Supongo que necesito esa rabia para mantenerme despierto. No hay otra explicación, o todo desaparecería tan fácil. Supongo, hay una razón para ello. El problema es que aun no la sé. Y el problema es que la rabia pesa. Pesa, con mayor razón, porque se contrapesa con más cosas. Para odiar se necesita de algo más. A veces estoy al paso, a punto. Es la balanza, es contrapeso lo que lo impide. Falta algo, un gramo más. En cualquier lado. Y ahí exploto.

Lo que me queda claro es que nadie entiende nada. Y nadie nunca se dedicó a escuchar. Y creo que me dejé llevar más de la cuenta cuando cerré los ojos.
También que nada de esto ha salido. Si es que tengo una herida, está tapada en sangre no más. Cero cicatrización. Cero cura.
Pero aun creo. Creo. Pero aun resta una palabra en el silencio.
Y además, un presentimiento jamás me ha fallado.




Por la cresta que estoy terminal. Supongo sería mejor encaminar la rabia en el puto trabajo que debo terminar. Y supongo, dejar a un lado las letras de esta apestosa entrada.
Y de todas las que podría elaborar si dejara fluir la lata, rabia y el ardor.







(Creo que hasta me odio al saber que no puedo olvidar mis promesas).

miércoles, 14 de abril de 2010

The Dakota.

"I waited, and I waited, for what felt like forever. But nothing happened. No-one came. I thought about waiting for that girl, the fan. But I knew she wouldn't come back. No-one ever does anything they say they will. And it was so cold. It was scary.I felt like I was disappearing every time I crossed the street.I'm too vulnerable for a world full of pain and lies and phoniness."


"-Mark David Chapman: The human mind. The human mind is an incredible thing. Once its mind's made up, it can do anything.
-
Jude: Then maybe I'll go.
-
Mark David Chapman: No no not maybe, not maybe. You've got to decide in your mind that you will."


"Everyone needs something, to find something. Everyone is cracked; broken. You have to find something to fix you; to give you what you need. To take you away and make you whole."

-Mark David Chapman, Chapter 27, 2007.


Total, el silencio es el mismo. Total, la pantalla siempre queda negra cuando una película termina.
Las imágenes, sueltas, unidas con un hilo ínfimo, cabo a cabo desde la nada; todas pasando rápido, tratando de formar lo que supuestamente es una imagen en movimiento; todas frente a mis ojos, dándome a entender que al final el silencio es el mismo. Y pensar que está todo grabado tan a fuego, tatuado en lo más visible de mi cerebro. Los nervios, los sábados con un vodka, los eventos que no estaban ni de por sí alguna vez pensados, todos, unidos como si fueran las notas de una canción que no estaba muy seguro de escuchar. Los dichos y las predicciones, los consuelos y los consejos que se contraponen con la realidad. Las dualidades y las seguridades totalmente perdidas, jugando con mi cabeza de niño chico. Las esperanzas firmes y la cabeza sujetada por mis manos, tratando de aferrarme a los restos de lo que alguna vez fue mi sonrisa. Feliz. Satisfecho.
Si alguien supiera lo que es estar metido en algo que queda después de que se quiebra el mundo en tu cara, entendería lo difícil que es mantener la cabeza y los ojos en alto. Si alguien lograra entender eso, sabría cuán difícil es asumir las cosas que traen los fines de semana cuando pierdo el control. Cuando trato de suplir las faltas con similitudes. Cuando trato de suplir lo que era con cosas que no me pertenecen.
El que busca encuentra. Y el que la sigue la consigue. Nadie dijo que sería fácil, lo tuve claro desde el principio. Pero tengo que encontrar lo que necesito, de nuevo, para sentirme un todo.

Para saber, que en el fondo, hay alguien allá afuera.

lunes, 12 de abril de 2010

Aun no puedo creer que todo esto esté pasando.


viernes, 9 de abril de 2010

Mientras esté ciego, mientras no pueda oír, mientras las palabras no salgan; está algo más tranquilo.

Cuando esos pequeños incidentes, esas cuestiones programadas, que aparecen de la nada y ni sabías que estaban allí, se muestran, queda la escoba. Queda algo. Algo complejo de describir. Y más complejo aun de borrar.

Voy a ahogarme en alcohol.
Voy a olvidar donde duerma esta noche. Y la siguiente. Y la siguiente.
Al menos, este fin de semana, será un punto aparte.

Ahora, hoy, no quedaría otra solución.

miércoles, 7 de abril de 2010

F.U.A.E.A.U.

Mejor que tenga los nudillos echos mierda. Si no las ganas de golpear algo más serían más grande.

Y no acaba, la rabia no para.






Pero esto no significa morirse, esto no significa rendirse.
Yo no me rindo.



I've not come this far... to die now.

lunes, 5 de abril de 2010

No more.

Cuando te vi, estabas en la calle de al frente. Te observé de arriba hacia abajo y daba lo mismo: lo que veía no era lo mismo que estaba. No me viste, lo doy por hecho, no tenías como y así estaba mejor. Tu ropa era completamente diferente, tus gestos ya no estaban. Quizás sí, estabas mejor. Qué sé yo, por suerte no sé leer mentes. Tenías otro peinado y te reías distinto. Todo lo que alguna vez habías sido tú, se había perdido en otras ropas y en otras bocas. Ya eras, por supuesto, alguien totalmente irreconocible. Un persona totalmente nueva y ajena.

Mientras te veía, mientras observaba tu cara con detenimiento, vi tus ojos. Igual que varias personas que dejó el tiempo atrás, tampoco sabes mentir con ellos. Cuando los vi con detenimiento, me di cuenta que no habías aprendido nada. Absolutamente nada. No necesité leer algo, que me dijeran, preguntarte: estaba claro. Cada loco con su tema, dicen. Cada tipo con su vida. No sé, en realidad, no podría ni quisiera definir lo que sentí cuando eso pasó. Caía fuera del tiesto. Muy fuera.

La tarde pasó rápido, mientras yo me quedé fumando un cigarro. No sé si en ese momento quise golpear algo o sólo tirarme en el primer bus que saliera fuera de la región. Me pregunté cómo es que todo estaba fuera ahora. Cómo era posible que todo girara más de 180º en un sólo segundo. Cómo era posible que todas aquellas obras de ficción fueran sólo una pieza de nada comparado con esto. Con la vida y todo eso. Conmigo.
El silencio se hizo la opción más viable. Esa, junto a la decisión totalmente necesaria de este momento: decidir si esta última imagen que veía tuya sería mi recuerdo para odiar o englobarte por el resto de mis días o si sería un paréntesis negro que dejaría archivado en la carpeta de "nunca recordar" y pasar de largo.
Escogí.
Tenía que ser solo una y escogí.
La decisión fue tomada.
Ni idea si será la mejor.

Mi cajetilla se había acabado. La urgencia ahora era, comprar otra y para eso tenía que marcharme. De partida, nunca supe por qué me quedé tanto tiempo parado en esta esquina. Y, antes de irme, te miré por última vez. Y te reíste a lo lejos, pero tu sonido se escuchó hasta acá. No parabas. Me puse mis audífonos y tapé con ellos todo posible sonido. Cerré los ojos y me di vuelta. Sabía, con creces, que si no nunca, en mucho tiempo no volvería a pisar este lugar. Y que si estuviera cerca, lo evitaría a toda costa.
Por que en este lugar ya no quedaba absolutamente nada para mí.
Ni aquí, ni en las avenidas cerca de mi casa.






¿Quieres saber lo más raro de todo esto?
¿Sí?







Nunca pasó.
Nunca estuve en esa esquina.

sábado, 3 de abril de 2010

Viaje en el tiempo.

Hace una semana atrás, yo figuraba en La Serena a un par de horas de tomar el bus regreso a casa. Allá pensaba que estando lejos -como había leído en un libro- todo se me haría más claro. Sería más fácil rebobinar las películas y entenderlas al pie de la letra. Paso por paso. Después de todo, el viaje había sido lo suficientemente largo para darme vueltas dentro de mi cráneo. Ahora, que estaba ahí, respirando el aire con olor a mar, con el faro ese casi al frente mío, pensé que todo estaría más claro.

Me equivoqué.
Y recuerdo que comencé a crear en mi cabeza las palabras que describirían todo lo que pasó (y no pasó) allá, pero al final, de tanto posponerlo, terminó en nada y como un recuerdo de la semana pasada. De que fue un viaje raro, un capricho, de que pasaron cosas raras, de que en mi cabeza pasaron ideas y cosas que antes no había querido pensar. De que me tomé la libertad de tomar el bolso y arrancar de nuevo a una ciudad que no pisaba en años con el único pretexto de no querer estar donde debía estar.
Ahora, que ya va una semana de ello, ahora que ya pasó y no tengo toda la picazón en la lengua de contarlo todo -ahora que ya está mermado y más tranquilo-, veo que al final fue un viaje que sirvió. Sirvió, pero no como yo hubiera querido. No en el sentido que yo hubiera deseado.
Sirvió, pero puso un parche en otro lado y dejó la herida igual de abierta. O algo así.

Digo esto porque son las 11 de nuevo. Digo esto, porque como decían en Pete&Pete, cuando es el cambio de hora viajas en el tiempo una hora atrás y tienes permiso de enmendar o arreglar los errores o haber hecho lo que no te atreviste en la hora pasada. Y, en esta hora, no ha pasado nada. Nada que enmendar, ni que reparar, ni hacer. Acabo de repetirme, de volver hacia atrás, en una hora que no tuvo ninguna gracia y que por segunda vez tampoco lo hará.
Más que, recordar por segunda vez, que la semana pasada, a esta hora, me quedaban pocas horas para volver, cuando lo único que quería hacer realmente era tomar el siguiente bus con destino a Iquique. Pero no pasó.

La cosa es que esta entrada no tiene mucho sentido. O mucha relación, pero da igual. A las 11 de hoy no lo hice, y ahora que son las 11 de nuevo, lo hago para cambiar algo de la hora anterior. Eso y para dejar claro dentro de mi cabeza que los viajes me cansan. Pero que, al parecer -y cuando no queda nada ni nadie y todos se han marchado-, es lo único que motiva que siga con vida.






O algo así. Nunca tan cuático.