martes, 3 de agosto de 2010

24 horas gratuitas en espera del golpe que hoy debió llegar.

Y pensar que tenía un cuento en mente para escribir. Supongo que no me toca hacer eso ahora.

Hace más de 20 minutos que veo las mismas papas cocerse y no pasa nada. Los pasos que doy por la escalera no son más que lapsos de tiempo errático. Excusas. Mis manos se aferraron al teclado y al mouse y comenzaron a hacer cosas que -pienso- ya no me pertenecen. Que parecieran ya no ser de mi mundo. Son cosas de lo que fui, de lo que iba a ser. Ya no, creo.

Hace poco estaba en la ducha y creo que no supe distinguir qué gota era qué gota. Todas parecían iguales, pero algunas eran más saladas que otras. Espero haya sido culpa del shampoo. Pensaba que no era posible, que quizás podía ser un sueño estar en esta situación. En este contexto. Pero no, no lo era y sólo logré repasar los detonantes del hoy: de este agosto que no debería ser como tal. Agosto, un agosto que no pensé.
Me pareció curioso como no vi todo antes. O si lo que vi ahora era sólo un resto de despecho que quise almacenar en mi cabeza para protegerme de lo que perdí. O algo así. Parece real. Parece algo que sí fue así. No es tan sólo una protección.
Da lo mismo ahora, supongo. La cuestión ya fue y no se puede volver atrás. Y por primera vez que lo pienso, no sé si volvería atrás, a pesar de todo (a pesar de que por primera vez algo que realmente quise funcionó, a pesar de todo eso y de cuanto luché, cuanto me banqué, cuanto lloré y esperé y todo eso, absolutamente todo eso que ahora duele más que la cresta, como una herida que cerró a medias, pero en el fondo sólo es una cicatriz que no se borra, recordándome lo que no debo volver a ser...)... creo que no volvería. Ya no.





Dormí poco, es cierto. Eso fue ayer. Hoy la cosa se multiplica y duplica y crece. Suma y sigue. De mi boca ya salieron las palabras terminales. El anuncio del fin. Aplazar un día más el dolor no sé si cuenta. Escucho Echoes. Pienso que he sido feliz con este tema. Pienso que ahora marca exactamente el estado anímico. Es como medio catastrófico. Medio apocalíptico. El fin del fin.
Veo mis manos y recorro mi pieza con la mirada. Es todo un desastre. Un perfecto eco del interior. Demasiado reflejo, creo. Anoche me dijeron que me parecía precisamente a quien no me quiero parecer. ¿Y si fuera así? Las soluciones no se basan en ligarse atrás. Demonios.
Yo ya no sé donde caeré cuando todo acabe. Quizás, en otra línea temporal, en un ataúd. Ahora, sólo me resta la tierra sola y "hola gusanos". A lo mejor pirañas y weird fishes.

Silencio y todo acabo. Una explosión de silencio y un grillete de estupidez.
El viento sopla y el día avanza. "Mañana será un mejor día". Mañana, de no ser por estar donde estoy -la soga al cuello me parece una metáfora más que convincente, pero demasiado común- sería un gran día.
Pero hasta el más grande cae cuando se le rompen los pies.
Y los míos... los míos hace rato que tienen la planta en carne viva.

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