sábado, 14 de junio de 2008

Islas.

-¿Tú crees, que de aquí a veinte años más, seguiremos hablando?
-Me gustaría creer eso, pero es probable que no.
-Pensé que te importaba.
-Lo haces.
-¿Entonces?
-¿Qué?
-¿Porque dejaremos de hablarnos?
-Porque ya no te importará más.
-No apuestes.
-Lo hago. Y lo peor es que siempre que apuesto en estas cosas, tengo razón.
La importancia de uno se va perdiendo al pasar de los días. Un día eres nadie, al siguiente pasas a ser un estimado, luego un amigo, después un confidente, de ahí o un amante, o el mejor amigo que jamás has tenido, y luego el silencio retorna y uno vuelve a ser nadie.
Un recuerdo, con suerte. Más certero es decir un accidente. Un bache en la carretera.
-No puedo creer que digas eso.
-Entonces no me conoces, para nada. Da lo mismo, en un par de años te olvidarás de mí y de todo esto que no crees. Todos somos islas, separadas por un mar infinito llamado olvido. Poblado por peces llamados desconfianza.
Y las islas, al final, después de un tiempo, son devoradas por el mar.
Es la ley de la vida.

2 comentarios:

r dijo...

Horriblemente deprimente.
Me encantó.

ella, uve dijo...

Dicen que las islas tienen patas ahora, y con eso le restan todo lo poético a lo que hable del tema.