Despiertas, pero el entumecimiento te dice que aun sigues durmiendo. Estas paredes, este cielo algo tiene de onírico. O es una simple ilusión, un regateo más entre las sábanas. Hay un despertador sonando y lo botas hasta que cruje en el suelo. Te aferras a las sábanas, a la almohada, única compañera decente y comienzas a llorar, a suplicar por volver a dormir, sin despertar.
Antes solía ser así. Antes, los inviernos pasados tenían una temática similar. Los inviernos que han venido después han cambiado continuamente de ser.
El cristal está empañado, repleto de gotas pegadas que comienzan a caer conforme la madrugada se transforma en día. Estoy pensando en el degradé, en como la imágenes que veo afuera -como si fuera una pantalla de televisión- van perdiendo su color. Y su intensidad.
Me siento extraño y con ganas de tener plumones de colores y pintarlo todo. Dejando manchones incluso, todo rebosante de color. Muy a pesar de mi manía con el blanco y negro, este paraje, esta temática, esta escena grisácea se me hace desesperante, enfermante, triste. Pero, más allá de mis propias manos, la caja de lápices, de plumones, de acuarelas y témperas, acrílicos y óleos; los pinceles y algunos de los tonos que necesito, que quiero para este lienzo, no están. Nunca fueron míos, nunca del todo. Están, sí, pero es como que el gremio de pintores está en receso. Falta alguien más para terminar este cuadro. Lazy, lazy.
Se está tomando un descanso, supongo. Y, ¿qué me queda hacer? Esperar, imaginar y tratar de ensayar algunos tonos, mientras espero que se pare, se ponga el delantal y se manche, pintando y pintando, haciendo de esto algo genial. Cuerdo, con compás.
Tanto tiempo congelado, ¿no? Los cuerpos se entumecen después de tanto tiempo esperando en el hielo. Está bien que sea invierno, pero no es para tanto: no nieva en Viña del Mar, ni en Quilpué, ni en Villa Alemana.
Supongo que sólo falta algo de sol. O algo de lluvia. Un cambio radical y una sonrisa que se mantenga vigente, activa. Pensando que todo está bien y que las cosas funcionan cuando uno quiere.
Cuando uno realmente quiere.
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