martes, 29 de septiembre de 2009

Cafetería.

-No pensé que haría tanto frío hoy, si igual estamos en primavera, ¿no?
-No sé, no soy el mejor para hablar del clima. Aparte, es como un tema comodín, último recurso para avivar algo. Y pésimo recurso en todo caso.
-Puede ser. Tampoco puedes culparme: he estado sentada viéndote por más de 15 minutos mirando por la ventana sin decir nada. Aparte, tu té se enfrió.
-Estaba malo.
-Como sea, tú lo pediste.


(silencio)


-¿Te está yendo bien?
-Supongo.
-Uno no puede suponer, se sabe. Es un "sí" o un "no".
-Bueno, entonces: supongo que sí.
-Ah.


(silencio)


-En todo caso, ¿para qué me citaste?
-No sé. Se me ocurrió, no te veía hace tiempo y pensé que quizás sería bueno.
-Ah.


(silencio)


-¿Y lo fue?
-Todavía no sé. Dime tú.


(largo silencio)


-Cote, ¿puedo preguntarte algo?
-Dime.
-¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza lo insólito que es que el mundo cambie todos los días, siendo que los días son plazos que un tipo cualquiera inventó?
-Todo el tiempo, pero, ¿a qué quieres llegar?
-Nada, nada en especial. Sólo me llama la atención como es que todo el mundo y todas las cosas y las personas se rigen y miden por intervalos de 24 horas, cuando en realidad, hace una hora atrás, siguen siendo los mismos.
-Supongo que a veces necesitamos excusas para tomar una actitud distinta y se nos antoja cambiar algo. Los ciclos son así: son un pretexto para cambiar, echándole la culpa al tiempo.
-Puede ser.
-Tú, al parecer, no has cambiado nada.
-Tú sí.
-Lo necesitaba.
-Yo quizás también, pero nunca encontré el día.
-Ese es el problema, Roberto: tú no encuentras el día, el día lo hace y no te das cuenta.
-Estás excusándote.
-¿Y qué más puedo hacer?
-Decir la verdad.
-Nunca fui buena en ello. No cuando la verdad molesta tanto.
-No, en el fondo, como cuando eso de la verdad y la mentira es, a veces, tan ridículo como medirse por los días; dirás.
-Algo así, Roberto, algo así.


(silencio)


-Creo que sí fue bueno.
-¿Qué cosa?
-Verte.
-Ah... Supongo que también.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Cambio de estaciones.

¿Qué pensaste después de la tormenta?
¿Qué pensaste después de que respiraste de nuevo y abriste los ojos?
¿Qué pensaste después de que viste aquella foto y sólo querías arrojarla a la basura?
¿Qué pensaste luego de que tus recuerdos -poco importantes y totalmente lejanos- te miraron... otra vez?


Un día después de callar, la gente volvió a pasar con ritmo rápido. Las calles llenas de pasos se abrían de par en par mientras yo caminaba sin rumbo alguno. Mire mis dedos y estaban negros, como llenos de hollín, demostrando a cualquiera que las tomara que había fallado mucho. Tanto, que no tenía perdón.
Miré al ahora de frente y me esquivó la mirada. Sabía que preguntaba demás y que las respuestas eran vanas. Sólo curiosidad. Fue, en efecto, su retrato lo que me atrajo, sin saber que toda línea que la construía tenía demasiada historia. Tanta que, quizás para mi cabeza nueva y poco experimentada, era difícil de comprender. Aun, cuando para todo el resto del mundo -y los que vendrían después- era de lo más normal. Y era imperfecta, la historia tenía fallos. Y era perfecta, la historia fue densa.
Miró de reojo mientras apuntaba al suelo y luego se volteó. Pensé que no se iría, pero se marchó. Era primavera y la brisa hacía mecer las hojas y el polen daba un color amarillento a la atmósfera. No sabía lo que hacía, no tenía idea de donde estaba parado. Me habría encantado decir que no sabía como había llegado hasta aquí, pero lo sabía. Perfectamente: yo me lo busqué.




Cuando desperté llovía. Los vestigios del invierno se había puesto de acuerdo para terminar de caer hoy. Mis manos, mojadas, no se lavaban y sentía un dolor que me recorría la espalda. Las calles estaban vacías, mientras yo, sentado en esas escaleras verdosas frente a esa gran alameda, me preguntaba cómo es que podía terminar -de raíz- con los días que se salían de todo margen. Miré hacia el miércoles y me pareció añejo, de otro tiempo. Y hoy, que es otro día, sentí que los minutos comenzaban a apilarse sobre mis zapatillas como barro.
¿Que cómo me sentí después que todo pasó? Ni idea. Quizás pueda responder cuando realmente todo haya pasado.
Quizás.

martes, 22 de septiembre de 2009

32 años en 8 milímetros.

Julián se sentó en la arena y miró en dirección al mar. Se avergonzó de sus muslos flácidos que dejaban ver ese roñoso traje de baño que compró en Cartagena hace unos diez años atrás. El tiempo estaba pasando la cuenta de un montón de cosas que ya no tenían importancia alguna. Y si en algún momento la tuvieron, ya es demasiado tarde para corregirlas.
Detrás de sí, montones de parejas y gente y familias y tipos bronceados caminan por la caleta, llevando cafés caros y uno que otro anillo comprado en una tienda de artesanía. La vida perfecta, o una buena copia de ella. Frente a él, el mar se abría pleno y vacío, como un mundo nuevo y extraño, distante, pétreo. El futuro, quizás. Algo bastante más lejos, y muy peor aún, algo bastante más cerca de lo que pensó. La pregunta aquí es: ¿qué ocurre cuando el futuro te pilla? Después de prepararte por años, excusándote, creyendo que nunca te pasaran la cuenta de todo ese enorme y largo parque de diversiones; ¿cómo enfrentas cuando no tienes cómo pagar? A Julián esa pregunta se le olvidó por mucho tiempo. Demasiado.
Su cara tenía pegada el sol, con un expresión que a los que pasaran podrían decir que era serena. Todo menos eso, quizás estática, inexpresiva de tanto miedo. De tanto sol. Estar sentado es lo que mejor ha sabido hacer, evitando pararse, ya que sus piernas no son capaz de soportar el peso de todos sus errores. Ya hasta una pequeña panza comenzaba a aparecer en su vientre.
La televisión, los vicios, el cine, el sueño; todos acumulados a sus 32 años, casi pasando un parte por imbécil. Ya ni siquiera vale la pena llorar, para qué.
Cuando Julián miraba el mar, no miraba nada más que sus cuatro paredes de aquel departamento de segunda en la periferia de Santiago sur. Esas mismas paredes que hoy en día deberían estar con gente, o mínimo, otra respiración aparte de la suya. Cuatro paredes para una sola persona es demasiado espacio. Aun aunque sea de tan sólo 3x3.
"La vida no es tan fácil" le dijo su madre antes de que cerrara la puerta de su casa cuando trató de volver. En algo tenía razón, la vieja. Por única vez.
Julián intentó buscar un cigarro en los bolsillos con cierre, pero no encontró más que el encendedor rosa y un papel que escribió la noche anterior viendo televisión, una manía típica para recordar frases que le gustaron. Abrió el papel y leyó:
"¿Quién planea su vida por los próximos 50 años y luego se tira por la ventana?"
-Sí, quién.
Cerró el papel y lo tiró. "Mucha ficción", pensó.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Broken Home.





I was never faithful
And I was never one to trust
Borderlining schizo
And guaranteed to cause a fuss
I was never loyal
Except to my own pleasure zone
I'm forever black-eyed
A product of a broken home

I was never faithful
And I was never one to trust
Borderline bipolar
Forever biting on your nuts
I was never grateful
That's why I spend my days alone
I'm forever black-eyed
A product of a broken home
Black-eyed

I was never faithful
And I was never one to trust
Borderlining schizo
And guaranteed to cause a fuss
I was never loyal
Except to my own pleasure zone
I'm forever black-eyed
A product of a broken home
Black-eyed


Y los años pasan, los techos cambian, la misma gente, el mismo apellido, pero la imbecilidad se mantiene. Las mismas trancas, las mismas temática perdida y erráticas, los mismos descargos desenfrenados y la manía de agrandar hasta el comentario más inocente continúan.
Uno cree que 22 años no pasan en vano. A veces, sólo a veces, no me queda tan claro.

Juno MacGuff:
I'm just like losing my faith with humanity.
Mac MacGuff:
Can you can narrow that down for me?
Juno MacGuff:
I just wonder if like, two people can ever stay together for good.
Mac MacGuff:
You mean like couples?
Juno MacGuff:
Yeah, like people in love.
Mac MacGuff:
Are you having boy troubles? Because I gotta be honest with you; I
don't much approve of dating in your condition, 'cause well... that's
kind of messed up.

Juno MacGuff:
Dad, no!
Mac MacGuff:
Well, it's kind of skanky. Isn't that what you girls call it? Skanky? Skeevy?
Juno MacGuff:
Please stop.
Mac MacGuff:
[persisting] Tore up from the floor up?
Juno MacGuff:
That's not what it's about. I just need to know that it's possible that two people can stay happy together forever.
Mac MacGuff:
Well, it's not easy, that's for sure. Now, I may not have the best
track record in the world, but I have been with your stepmother for 10
years now and I'm proud to say that we're very happy.

[Juno nods]
Mac MacGuff:
Look, in my opinion, the best thing you can do is find a person who
loves you for exactly what you are. Good mood, bad mood, ugly, pretty,
handsome, what have you, the right person is still going to think the
sun shines out your ass. That's the kind of person that's worth
sticking with.

Juno MacGuff:
Yeah. And I think I've found that person.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Y no me digan pobre, por ir viajando así.

La cosa es que despertar en la mañana con humedad en el ambiente
y una leve llovizna que a nadie molesta, simula un olor, un aroma, casi
idéntico al sur. Casi, pero nunca igual. No sé si fue por eso, o porque
quizás como me quedé dormido escuchando una y otra vez Tren al Sur,
pero soñé con el sur. Con Valdivia, con Chillán. Con tierras perdidas
cuyos nombres no me sé porque tengo mala memoria geográfica. Pero con
los olores, con los cielos nublados, con todo el verde que hasta daña
la vista de ser brillante. Y me acuerdo de las veces que he ido. Tanto
acompañado como solo. Como cuando fui con Manuel y nos fuimos en el
tren y cuando sonó la canción en mi mp3, nos miramos y no reímos. En
ese tren en que íbamos en el tercer vagón, sin hablar mucho, ene
cansados, yo mirando por la ventana y notando como los edificios, el
color metálico y el plomo-civilización se hacía más tenue conforme el
tren sonaba como esos que habían antes en todos lados. Sonido a rieles,
nada de ruido a metro.
Como una de las veces que fui solo, cuando me dejé quedar por ahí por
la bajada entrando a Chillán y pasé un día entero solo dando vueltas
antes de llegar. Me acuerdo que me metí en un lado lleno de árboles y
era como bosque intacto: pájaros cantando, esa onda. Olor a tierra
mojada, a eucaliptus. A hojas deshaciendose. Lo sé, sé que suena muy
cliché escuchar esa canción así. Más para un citadino promedio de la
quinta región que viaja hacia abajo, pero es uno de mis fetiches. De
alguna forma me hace sentir bien. Me hace sentir que esas ganas innatas
de ir allá cada vez que puedo es porque de alguna forma pertenezco ahí.
Quizás más allá que acá.
Recuerdo el verano pasado y yo feliz y en mi salsa porque podría llegar
hasta Chiloé. Chiloé y su olor, el paisaje, la casa donde nos quedamos.
El patio que terminaba a las orillas de un lago que desembocaba un poco
más allá en el mar. Un bosque chico, con un refugio interno sellado por
los árboles donde la tierra estaba empapada y los troncos casi
podridos. Como ese tronco de un antiguo canopi roto, con musgo
creciéndole por los lados e impregnado de un olor que acá no hay. Y que
a veces seriamente extraño más de la cuenta.
Cuando los días pasan y me encuentro al final de un ciclo -llámese
semana- justo antes de dar un salto hacia el siguiente y me doy cuenta
que no viví siquiera un día de la semana, me dan ganas de correr e
internarme en el sur. Cuando llueve, cuando cae el agua porque sí y ni
siquiera porque debiera, me dan ganas de estar mojándome en la
carretera austral. Haciendo dedo, comiendo una empanada cerca de
Temuco. Pensando que si llego a Valdivia, podré sentirme pleno.
Este día, partió con un aire sureño. Raro, algo atípico. No sé, algo
extraño en el aire. Ahora que el día se fue y que para todos lo más
importante del día fue el partido que practicamente perdimos con
Venezuela, para mí una de las cosas más importantes fue sentir como ese
aroma a bosques se desaparecía. Y con él, las cosas que hoy en la
mañana existían y ahora no. Algo así. Como un vaivén de recuerdos
fundidos con algo de nostalgia. Como algo tierno mezclado con llantos
en el suelo. Como una risa disimulada estando ebrio.
Como un sueño perdido entre las sábanas.
Y ahora, si miro hacia afuera, hacia la ventana, sólo veo árboles en
movimiento, yendo hacia atrás, marcando dirección. Y me dan ganas de
salir con cualquier cosa puesta y llegar a estación central y subirme
al tren y escuchar música. Y pensar que algún día, todos los días
podrían ser así. Y que no me dijeran pobre, porque iría contento,
feliz, viajando así.

Así.


Y no me digas pobre
Por ir viajando así
¿No ves que estoy contento?
¿No ves que voy feliz?

Viajando en este tren,
En este tren al sur...