lunes, 13 de marzo de 2017

28

Catorce pasos di desde el orilla poco antes de escuchar el romper de algo un poco más allá de donde estaba.

Días cuyo número ya perdí la cuenta he estado viendo cómo las nubes avanzan en un ritmo más lento de lo que puedo aguantar. 
A veces pasan aviones y secretamente espero que caigan, sólo por que sí. 
El olor a pasto y la parejas satura mi nariz, al punto de parecer amoniaco recién expuesto al aire. 
Transitar por senderos poco transcurridos sólo es un síntoma de la habitación 505.
¿Cómo enfrentas el miedo?, me preguntaron alguna vez. Con amor, dije yo. Valor, si es que te faltase. 
Puedo, en este momento, ver la curvatura de la tierra y no siento más que un nudo estrecho que deambula entre los opuestos posibles del espectro del ser. El sopesar la existencia, en esos momentos de total soledad cuando sólo está el cosmos y tú, puede provocar efectos extraños en la razón. 

He visto y hablado con mucha gente. Y cada uno de sus universos, interesantes y complejos, con sus historias y luchas constantes, ahora me parecen nada y poco atractivos. 
Perder el interés en la sociedad puede ser un camino complicado y ya caminé ese camino alguna vez. No volvería ahí. 
Pero la tentación está. 

Los pájaros están escapando del calor que se va y camino detrás de ellos como si fuera uno más de la banda. 
El camino se siente trizado y cada tanto reviso si me clavé algo. Uno no puede esperar caminar por un camino complicado y pretender salir ileso. 
Esa es demasiada ingenuidad. 

Llegué a un sector poblado, algunas casas y algunos departamentos y veo dos puertas a la distancia posibles para cruzar. Pero mis pies están clavados. O pisé algo y no me di cuenta. 

Sólo me resta esperar. 
Y, quizás, en un tiempo más, caminar los catorce pasos más para llegar. 

¿Me abrirán la puerta o tendré que regresar? 

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