miércoles, 1 de septiembre de 2010

Avenida "Libertad".




Comienzo a caminar por la noche. El ambiente es frío y deja claro que el invierno aun no se ha ido. La brisa es gélida, pero mucho más soportable que la de noches pasadas.
Camino por Av. Libertad y algo raro sucede. No me queda claro si es la música o darme cuenta que esta avenida que antaño amé y disfrutaba caminar, ahora no lo hago. Me doy cuenta que ya no es la calle que tanto quise. Ahora es sólo una avenida larga y llena de tiendas y rincones y árboles que no quiero ver.
Es ahí cuando empiezo a caminar la Av. Libertad de mi cabeza.

Vengo saliendo del cine y es como en la película. Ya no sé cómo distinguir los sueños -pesadillas, más bien- con la realidad que tengo pegada a las plantas de mis zapatillas.
Es todo como si fuera medio onírico, medio borroso. Las callejuelas que hacen de cierres de esa enorme cicatriz que es la avenida se asemejan a los rincones más oscuros de mis recuerdos. Pero no es sólo eso: los locales y rincones que se van quedando atrás mientras avanzo son y fueron reales. Existieron, de algún modo, de forma importante. Ahora no son más que calles muertas y pedazos de cemento ajenos.
Me pregunto si es que las calles tienen memoria y cuando te ven pasar te recuerdan y dicen algo como "tanto tiempo, ¿ahora caminas solo por acá?".
Uno pasa y trata de no mirar hacia los lados -sólo hacia el horizonte, lejano, siempre lejano- y ver los mismos escenarios que tuvieron algún significado equis y que ahora ya no tienen nada.
Cierro los ojos. No hay mucha gente, así que no hay peligro de tropezar, me sé la calle de memoria. Trent Reznor sigue cantando Head Down, así que me pongo la capucha y bajo la cabeza. Siento que un leve dolor de cabeza como los que solía tener comienza a asomar.

Como si mi cabeza fuera un montón de glóbulos blancos, me atacan por pensar más de la cuenta. Hace tiempo me dijeron "si dejas de darle vuelta tanto al asunto, la pasarías mejor". Supongo, sí. No me gusta perder. Necesito señales. Siempre necesito señales.
O algo directo. Un golpe, quizás. Una sola frase que lo resuma todo.

La avenida llega a su tramo final y es la noche la que opaca todo lo caminado. Me interno en el metro y la pregunta de que cómo es posible que esto suceda ahora -esta mescolanza de recuerdos, caídas, preguntas sin respuestas, miedos y esperanzas- se hace tan presente, la notoria sobre mi supuesta felicidad producto de la liberación de todo lo que me tiraba abajo.
Ahí, frente a los rieles entrelazados con cemento del metro, al borde de caer, con la mitad del pie mirando hacia el fondo; no decido si salir o no de este sueño. Si avanzar, moverme, hacer algo, retroceder o no despertar.
Mi dolor de cabeza aumenta.
No hay decisiones.
El metro se impone con su luz potente desde entre las sombras del túnel, avanzando hacia a mí. Quedan pocos segundos.
Y me acuerdo.
Me acuerdo que prometí metas. Me acuerdo que prometí avanzar.
Una promesa es una promesa.
Las puertas del metro abren.
Sin pensar nada, entro.
Y es el metro quien comienza a avanzar.



And this is not my face
And this is not my life
And there is not a single thing here
I can recognize
This is all a dream
And none of you are real
I'll give anything
I'll give anything...

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