...pero no lo estoy. Se acaban las horas y cada minuto que pasa anuncia al siguiente. 467 minutos después yo estaré de pie y mirando hacia al cielo y dándome cuenta de que cada paso que marca el podómetro del iPod ha sido una curiosa metáfora irónica de que ningún paso ha sido suficientemente lejano. Sería más fácil tener pies de gigante para poder avanzar más rápido.
No digo que el general de los días corra mal, no digo que sea un caos. La tormenta terminó. Mentira.
No fue una tormenta, fue un terremoto. Literal y metafóricamente. Y las réplicas continúan.
Extraño como un sacudón no sólo sacude tus pies, si no tu vida. No, no estoy hablando de febrero. Estoy hablando de hoy.
Ok, me salvé. De nuevo. Por poco. Lo que me llama la atención es esto: este pequeño cúmulo de detalles que no están en sintonía. Tú, tú, tú, tú y tú. Ninguno es un evento, todos son seres con pies.
Cada par distinto, cada cráneo diferente. Nunca he prometido todo tanto como antes, pero es ahora cuando las promesas ajenas me caen a mí como si fueran una responsabilidad.
Por un lado es no saber qué decir para dejar en claro que no es mi culpa no asistir, cuando son el mundo y sus circunstancias las que me ponen en jaque.
Por otro es no saber qué decir -como si fuera una broma pesada que se repite, como una temática que no deseo que reaparece por millonésima vez- para hacer notar que mis intenciones nunca son malas ni en doble vía, sólo una curiosidad, unas ganas de no quedarme como un mero espectador, un desorden de ideas que se acumulan dentro al ver las reacciones, las caras, los ojos, las palabras que no salen de su boca.
El siguiente por no encontrar la forma de dejar en claro que nunca he hecho lo que pasa por su cabeza. No es ni el deseo ni la intención de alejar, no soy ni hago lo que su cabeza pone en mi como ropa.
La penúltima por no saber cómo arreglar un asunto tan añejo como los años que llevo encima. Un problema que trato de solucionar pero que se escapa de mí. Cada vez que lo intento un motivo para no hacerlo se suma, como su insensibilidad, su mente frágil y expuesta que se moja de tonteras. Su forma de poner todo, absolutamente, antes de pensar en su sangre.
Y la última -pero no por eso menos importante, si no lo contrario y anecdóticamente, la que menos debería serlo-, que aparece con sus imágenes y letras y residuos donde quiera que mire y me duele la parte baja de la cabeza cuando sucede. Cuando por un momento he olvidado la cinta y de la nada sale un detonante que re-dibuja todo lo que nunca podré olvidar porque no sé hacerlo. Y creo que me aterra, me extraña, me asombra la cantidad de veces que ocurre y las formas en que pasa. Y yo, caminando, tratando de alejarme por mi sanidad mental, pero uno de los "tú" anteriores tampoco lo deja factible.
Y ¿qué pasa? Sucede que en mis labios las palabras apuntan a otras cosas, mientras mis dedos grafican otras, mientras es el núcleo de mi cerebro el que repasa imágenes y deseos y situaciones y enojos y rabias y tardes tranquilas y esas dos fuerzas en pugna sobre cuál era la razón correcta y final.
No sé cuál sea la prioridad ahora. Sólo sé que no estoy de acuerdo en cómo están las cosas. Estos pequeños detalles son los que no me dejan respirar tranquilo mi día como debería hacerlo. Después de tantos arreglos y giros de tuerca y parches sobre tantos daños hechos por el camino donde me pusieron contra mi voluntad, aun quedan ciertas grietas que no son capaces de ser tapadas. Aun se cuela el aire fuera de mi cuerpo cuando trato de aspirar hondo y retener el oxígeno dentro.
Yo no quiero quedar así. Yo no quiero tantos "tús" pendientes cada día. No si hago lo mejor por no tener que pasar por esto, no si -precisamente- intento estar en sintonía en como corre el día.
Sea como sea, de todos esos, -aunque no me queda del todo claro- sólo unos cuantos de "tús" realmente me importan solucionar. Del resto no sé, aunque no deseo volver a olvidar. Es incluso más trabajoso que construir un lazo con un persona.
Si no queda claro, es simple:
-No quiero más pensamientos ajenos de que soy yo el que olvido estar.
-No quiero más tener que estar aislado y sin poder hablar -cuando es lo contrario lo que deseo hacer-.
-No quiero más dudas paranoicas.
-No quiero más gritos idiotas sobre estupideces, ni más incoherencias.
-No quiero seguir siendo perseguido ni que me duela la cabeza por un recuerdo que es un tabú.
Sólo quiero estar tranquilo, quiero volver a sentirme así. Está todo tranquilo, pero son los detalles lo que lo hacen parecer lo opuesto.
¿Es tanto pedir?
No soy yo el que cambia, es el eco de la gente el que se modifica cuando comienzan a sonar.
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