sábado, 3 de abril de 2010

Viaje en el tiempo.

Hace una semana atrás, yo figuraba en La Serena a un par de horas de tomar el bus regreso a casa. Allá pensaba que estando lejos -como había leído en un libro- todo se me haría más claro. Sería más fácil rebobinar las películas y entenderlas al pie de la letra. Paso por paso. Después de todo, el viaje había sido lo suficientemente largo para darme vueltas dentro de mi cráneo. Ahora, que estaba ahí, respirando el aire con olor a mar, con el faro ese casi al frente mío, pensé que todo estaría más claro.

Me equivoqué.
Y recuerdo que comencé a crear en mi cabeza las palabras que describirían todo lo que pasó (y no pasó) allá, pero al final, de tanto posponerlo, terminó en nada y como un recuerdo de la semana pasada. De que fue un viaje raro, un capricho, de que pasaron cosas raras, de que en mi cabeza pasaron ideas y cosas que antes no había querido pensar. De que me tomé la libertad de tomar el bolso y arrancar de nuevo a una ciudad que no pisaba en años con el único pretexto de no querer estar donde debía estar.
Ahora, que ya va una semana de ello, ahora que ya pasó y no tengo toda la picazón en la lengua de contarlo todo -ahora que ya está mermado y más tranquilo-, veo que al final fue un viaje que sirvió. Sirvió, pero no como yo hubiera querido. No en el sentido que yo hubiera deseado.
Sirvió, pero puso un parche en otro lado y dejó la herida igual de abierta. O algo así.

Digo esto porque son las 11 de nuevo. Digo esto, porque como decían en Pete&Pete, cuando es el cambio de hora viajas en el tiempo una hora atrás y tienes permiso de enmendar o arreglar los errores o haber hecho lo que no te atreviste en la hora pasada. Y, en esta hora, no ha pasado nada. Nada que enmendar, ni que reparar, ni hacer. Acabo de repetirme, de volver hacia atrás, en una hora que no tuvo ninguna gracia y que por segunda vez tampoco lo hará.
Más que, recordar por segunda vez, que la semana pasada, a esta hora, me quedaban pocas horas para volver, cuando lo único que quería hacer realmente era tomar el siguiente bus con destino a Iquique. Pero no pasó.

La cosa es que esta entrada no tiene mucho sentido. O mucha relación, pero da igual. A las 11 de hoy no lo hice, y ahora que son las 11 de nuevo, lo hago para cambiar algo de la hora anterior. Eso y para dejar claro dentro de mi cabeza que los viajes me cansan. Pero que, al parecer -y cuando no queda nada ni nadie y todos se han marchado-, es lo único que motiva que siga con vida.






O algo así. Nunca tan cuático.

No hay comentarios: