Cuando te vi, estabas en la calle de al frente. Te observé de arriba hacia abajo y daba lo mismo: lo que veía no era lo mismo que estaba. No me viste, lo doy por hecho, no tenías como y así estaba mejor. Tu ropa era completamente diferente, tus gestos ya no estaban. Quizás sí, estabas mejor. Qué sé yo, por suerte no sé leer mentes. Tenías otro peinado y te reías distinto. Todo lo que alguna vez habías sido tú, se había perdido en otras ropas y en otras bocas. Ya eras, por supuesto, alguien totalmente irreconocible. Un persona totalmente nueva y ajena.
Mientras te veía, mientras observaba tu cara con detenimiento, vi tus ojos. Igual que varias personas que dejó el tiempo atrás, tampoco sabes mentir con ellos. Cuando los vi con detenimiento, me di cuenta que no habías aprendido nada. Absolutamente nada. No necesité leer algo, que me dijeran, preguntarte: estaba claro. Cada loco con su tema, dicen. Cada tipo con su vida. No sé, en realidad, no podría ni quisiera definir lo que sentí cuando eso pasó. Caía fuera del tiesto. Muy fuera.
La tarde pasó rápido, mientras yo me quedé fumando un cigarro. No sé si en ese momento quise golpear algo o sólo tirarme en el primer bus que saliera fuera de la región. Me pregunté cómo es que todo estaba fuera ahora. Cómo era posible que todo girara más de 180º en un sólo segundo. Cómo era posible que todas aquellas obras de ficción fueran sólo una pieza de nada comparado con esto. Con la vida y todo eso. Conmigo.
El silencio se hizo la opción más viable. Esa, junto a la decisión totalmente necesaria de este momento: decidir si esta última imagen que veía tuya sería mi recuerdo para odiar o englobarte por el resto de mis días o si sería un paréntesis negro que dejaría archivado en la carpeta de "nunca recordar" y pasar de largo.
Escogí.
Tenía que ser solo una y escogí.
La decisión fue tomada.
Ni idea si será la mejor.
Mi cajetilla se había acabado. La urgencia ahora era, comprar otra y para eso tenía que marcharme. De partida, nunca supe por qué me quedé tanto tiempo parado en esta esquina. Y, antes de irme, te miré por última vez. Y te reíste a lo lejos, pero tu sonido se escuchó hasta acá. No parabas. Me puse mis audífonos y tapé con ellos todo posible sonido. Cerré los ojos y me di vuelta. Sabía, con creces, que si no nunca, en mucho tiempo no volvería a pisar este lugar. Y que si estuviera cerca, lo evitaría a toda costa.
Por que en este lugar ya no quedaba absolutamente nada para mí.
Ni aquí, ni en las avenidas cerca de mi casa.
¿Quieres saber lo más raro de todo esto?
¿Sí?
Nunca pasó.
Nunca estuve en esa esquina.
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