viernes, 20 de marzo de 2009

Estación Las Américas.


I wish this dream comes true”, dice la canción. Y lo pienso, por un momento lo pienso y creo que no está tan lejos. ¿Qué tal si el sueño se cumplió?, me pregunto. No, aun no. Falta, poco, muy poco, siento, pero aun no. Lo bueno, lento.


Estoy –estaba– en una plaza céntrica de viña. Perdido, luego de un par de clases aburridas, sobre una banca, con un perro cerca de mis pies que tenía pinta de siberiano, fumando, al lado de otro tipo (con 20 años más que yo) que hacía exactamente lo mismo. Sin libro entre manos, claro, pero en la misma onda. Se me ocurre que en 20 años más podría estar así. La idea, me aterra su resto.
En la plaza no sucedía nada mas que frío. Pero, lejos de casa, fuera del refugio llamado pieza ni en alguna banca cerca o dentro de la u, el único lugar que pienso para este tipo de cosas (terminar un libro, escribir, pensar fumando) es en una plaza. O en las rocas, pero no me tinca caminar tanto por nada. Un perro se acerca al tipo de al lado, y me parece gracioso. Me rio. Mientras termino el último cuento que leeré hoy, pasa un tipo que se para casi en frente y prende un cigarro. Lo reviso, de cuerpo entero y me pongo a juzgarlo por como viste. Un pequeño vicio, prejuicioso, descarado; que a veces me da. Lo miro, a sus pies y noto que tiene de esas zapatillas que tiene en el talón una especie de tacón hecho de pequeños resortes escondidos dentro del plástico de la zapatilla. Me doy cuenta que odio ese tipo de zapatillas. Que me parecen chulas, flaites, o lo que sea. No me van, no irían para nada conmigo.

¿Y qué va? Digo, conmigo. No sé qué tan claro lo tengo, pero se me hace una idea. Mi tipo de gustos, de vestir, no es algo tan raro, o tan estrafalario. Menos considero estiloso o digno de imitar. Aunque sé de un par que si lo han hecho, que sí lo han imitado. El otro día dijiste: “ya no las uso porque es como todo po, te puede gustar, pero como tienes ropa nueva te pones lo nuevo, como que pasan de moda, pero igual las usas”. Algo así, pero no. No sé. Igual, ni antes –por cómo me vestía- ni ahora podría usarlas. Igual eso que dijiste me hizo pensar. Que probablemente uno tiene todos los días algo nuevo, algo que llama la atención por determinado periodo de tiempo y luego pasa al cajón de lo rutinario, de lo común, de lo obsoleto. Supongo, se me ocurre, que lo que es realmente importante logra permanecer en el tiempo, situándose como nuevo cada tanto, sorprendiendo constantemente. No aburre. Como un mp3, por ejemplo. Con nuevas canciones siempre. Como alguien que no deja de sorprender, porque su personalidad se lo impide.





Ahora estoy en el metro. Camino a casa. La voz en off acaba de decir que es estación Quilpué. Estoy en el notebook, cerca de una tipa sordomuda que habla con las manos a otra que ríe y traduce a otro tipo que está sentado cerca mío. El tipo de al lado, de probablemente unos 50 años trata de mirar de reojo lo que escribo. No me importa, no es algo que me despreocupe o algo. Curiosos en todas partes.

Estoy pensando y creo que no se me ocurre nada. O sea, pienso, tengo ideas, pero se van, las encuentro tontas o desechables o innecesarias, tanto, que se van y no vuelven y me quedo de nuevo en cero. Es como yo. O sea, como funciono. De ahí mi nula habilidad para hablar. Mantener conversaciones, en realidad. Generalmente no sé de qué hablar, no se me ocurre. Lo que se me ocurre es qué contestar, mis temas de conversación no son de lo más interesante, creo. Me manejo más en el silencio y a veces me aterra aburrir demás a quien se atreva a estar un rato conmigo. Supongo que el que se atreve es porque sabe que puede esperar. No sé.




Miro por la ventana. Estación El Belloto. Miro hacia el sur esperando ver algo que es imposible que vea. Es sólo la idea, o pasarse imágenes en la cabeza de algo que uno vivió. Ha pasado harto.
Leo y se me ocurre que todo lo que escribí no tiene ninguna explicación, o justificación. Pero está. Ya está en letras, ya salió. Y no tengo explicación de porqué.

Ok, llegué a mi estación, mejor cerrar el notebook. O no me podré bajar.

Y si… ¿si no me bajara? Si siguiera de largo hasta terminar algo que pudiera ser algo más que puras ideas sueltas que salen porque tienen gana y que evitan la sobrecarga cerebral, perderme y dejarme llevar por lo que sea y terminar quién-sabe-donde…
Nah, si me perdiera, si me fuera, alguien me podría odiar. Y es lo que menos quiero, prometí quedarme, prometí no irme, no desvanecerme y estar. Y pienso cumplir. En serio.
-Estación las Américas.

-Disculpe, ¿me da permiso?, es mi estación.

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