miércoles, 2 de julio de 2008

Vómitos.

Volvió. Siempre vuelve, siempre sobresale. Es la traición.
Es pensar eso que a nadie le importa nada, que todo es un chiste, que nada es real. Nada.
Es putrefacto, eso de que la mierda siempre sale a flote desde el fondo del estanque. Que se muestra y huele, apesta, mal, asqueroso.

Tengo ganas de vomitar, de golpear a alguien hasta dejarlo sangrar. De emborracharme y dejar la cagá y luego vomitarlo todo y desaparecer.
De acriminarme. Matar, matar esto.
Cortarlo todo de raíz.

Tengo los nudillos rojos y duelen. He golpeado cada pared que he visto. Duelen, pero no tanto como adentro.
Estoy inquieto, nervioso, a punto de hacer algo loco o exagerado. Algo criminal, delincuente.
Daría lo mismo, exactamente lo mismo. Total, a quién le importa.
A nadie.

Tengo ganas de hacerme cagar, hacerme mierda. Cigarros, alcohol, hasta drogas.
Yo no debí nacer, concluyo. No debí ser distinto.
Debería ser peor, mucho peor.
¿Se puede?

Es como si todo fuera un chiste, a nadie le importan las cosas de verdad. A nadie le importa la verdad. Sólo importa pasarlo bien, ser inconsecuente, las mentiras que hacen bien.
"Corazón que no ve, corazón que no siente", dicen. "Corazón que ve, corazón que muere", debería ser.

Que asco. Que rabia.
Tengo que matarlo todo.
O matarme yo. No suicidio -tonto-, matar quien soy. Lentamente, un calvario. Idealmente mierda.
Sangrar, sufrir, golpear. Escupir.
Hundirme.
Morir.

No volver a confiar es la moraleja. No ser tan inocente es la lección.

Imbécil. Crédulo. Anormal.
Hay que ser mierda en el mundo para sobrevivir. Hay que ser desechable, un asco, una mierda de persona como el resto. Una lacra.
Ser consecuente, honesto, real... patrañas. Se presta para ser pasajero, útil por un tiempo, un hobby. Un muñeco para jugar a ser mayor.

Esto debe morir.
Y nunca más nacer.

Error, yo no debí nacer.

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