¡Mírenlo! Ahí está él: sus palabras en tinta dicen mucho más que los miserables sonidos que salen de su boca. Su mente le juega bromas pesadas que jamás se atreverá a contar. Con su cara y una ligera sonrisa oculta todos sus verdaderos sentimientos. Y aquí, lo tiene hoy: solo, parqueado, distante, inestable, somnoliento, cansado.
Terminal.
Nada nuevo bajo el sol.
Hoy nos hemos enterado de que está buscando entre las gavetas oxidadas de sus recuerdos algo que le diga que ha olvidado hoy. El sueño se le entrecortó pensando en eso. Está algo desesperado, buscado qué gatilló está situación tan extraña y envolvente.
Dicen que el vacío puede apagar el fuego. Dicen que eso es lo que le está pasando.
Lo veo y me cuesta tragarlo: ¿Qué tan perdido se puede estar? Debe ser horrible sentir lo que siente detrás de esas ojeras y su inexpresión frente a tanta soledad.
Tiene un dolor en el pecho y una respiración que se exalta como espasmos a cada tanto.
¿Qué es esa necesidad que está añorando? ¿Qué es lo que olvidó terminar?
¿Podría usted, señora, lograr imaginar que está fallando? O decirme acaso, ¿Por qué se siente tan miserable si debería ser todo lo contrario?
Son esas malas pasadas, esos juegos injustos y deplorables que juegan con él. Son esos paréntesis eternos e inexplicables que se presentan a la menor oportunidad.
Es otro de esos momentos que acaban con sus cortas horas de felicidad.
Es su ración de hoy, nada más.
¿Qué está pensando ahora? ¿Por qué sus ojos se comienzan a nublar?
Debemos marcharnos. Aunque todos sabemos que sólo somos voces resonando en su cabeza.
Voces y nada más.
De su desgracia y nada más.
1 comentario:
Me identifico con mi propioa ánimo de ahora. Bue-ní-si-mo, Sheinberto.
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