miércoles, 21 de mayo de 2008

Mírenlo.

¡Mírenlo! Ahí está él: sus palabras en tinta dicen mucho más que los miserables sonidos que salen de su boca. Su mente le juega bromas pesadas que jamás se atreverá a contar. Con su cara y una ligera sonrisa oculta todos sus verdaderos sentimientos. Y aquí, lo tiene hoy: solo, parqueado, distante, inestable, somnoliento, cansado.
Terminal.
Nada nuevo bajo el sol.

Hoy está mirando por su ventana, nuevamente. Ya todos hemos leído que le encanta ver el cielo llorar. Es su ironía favorita.
Hoy nos hemos enterado de que está buscando entre las gavetas oxidadas de sus recuerdos algo que le diga que ha olvidado hoy. El sueño se le entrecortó pensando en eso. Está algo desesperado, buscado qué gatilló está situación tan extraña y envolvente.
Dicen que el vacío puede apagar el fuego. Dicen que eso es lo que le está pasando.

Tiene un café en su mano y un cigarro que comienza a desarmarse en sus labios. Sus ojos se pierden entre las gotas de la lluvia que bloquean sus búsquedas sin resultados. ¡Oh, pobre! Yo no lo podría soportar, señores.
Lo veo y me cuesta tragarlo: ¿Qué tan perdido se puede estar? Debe ser horrible sentir lo que siente detrás de esas ojeras y su inexpresión frente a tanta soledad.
Tiene un dolor en el pecho y una respiración que se exalta como espasmos a cada tanto.

¿Qué es esa necesidad que está añorando? ¿Qué es lo que olvidó terminar?

Un sueño tras otro, pensó. Una escena borrosa y despertar en sudor y conmoción. No una, ni dos. Las cortas horas de sueño que logró pasaron repitiendo este ciclo atroz.
¿Podría usted, señora, lograr imaginar que está fallando? O decirme acaso, ¿Por qué se siente tan miserable si debería ser todo lo contrario?
Son esas malas pasadas, esos juegos injustos y deplorables que juegan con él. Son esos paréntesis eternos e inexplicables que se presentan a la menor oportunidad.
Es otro de esos momentos que acaban con sus cortas horas de felicidad.
Es su ración de hoy, nada más.

¿Pueden verlo? ¡Acérquense un poco más! Miren dentro de sus ojos y podrán observar como todo dentro se despezada al compás de la sinfonía invernal. Es sólo el humo del cigarrillo, ¿o es su alma evaporándose lo que escapa de su boca?
¿Qué está pensando ahora? ¿Por qué sus ojos se comienzan a nublar?

Nos ha visto, el recorrido debe terminar. Nos exponemos a gritos y quién sabe que más.
Debemos marcharnos. Aunque todos sabemos que sólo somos voces resonando en su cabeza.
Voces y nada más.

Así es, señores: sólo somos un fragmento de su locura.
De su desgracia y nada más.

1 comentario:

Snipe dijo...

Me identifico con mi propioa ánimo de ahora. Bue-ní-si-mo, Sheinberto.