Envy.

Es raro tratar de buscar un recuerdo, y no encontrar conexión. No poder linkearlo, adjuntarlo a algo. Y ya que no puedes, das por hecho que no existe, que es otra invención, algo que quedó de alguna mezcla de que-se-yo.

Te gustaría haber tenido un diario de vida, algo donde mantener por escrito las cosas, algo donde dejar un registro. Para así, el día en que te preguntaran, pudieras afirmar con pruebas que pasó lo que aseguras. Pero ya no fue. Es otra de las cosas que ya no pudieron ser, y aunque se diga que no es nunca es tarde para hacer las cosas, la verdad es que ya es tarde.
Too late.

Revisar fotos te hace mal. Te hace desear, te hace buscar. Te hace añorar. A veces, te hace sugerir un suerte de envidia.
¿No que estabas contento con tu vida?

Parece que no es tan así.


Piensas: te han dicho varias veces que gustarían ser como tú. Es tonto, ilógico. Uno siempre desea ser como otro, pero la verdad es que no tienes ni idea de que zapatos quieres calzar. Pero tú sí, o al menos, piensas, que los zapatos de otro pueden ser más cómodos que los tuyos.
Acéptalo, estás celoso. No es tan difícil después de todo, la lata llega cuando debes vivir con ello.
Y sabes que es malo, pero, qué más da.
Al menos, tienes el derecho a pensar lo que te plazca.


Miras sobre tu hombro, como si tuvieras una cápsula de tiempo sobre el. Intentas retratar en tus ojos al máximo detalle la cara de alguien conocido. De alguien que ya no está; quizás de alguien a quien admirabas. Es imposible: después de varios intentos, te das por vencido. Fué mala idea.
Sabías que no iba a funcionar. No están, no estuvieron, todo fue un juego. Pasajeros, algo fugaz. Nunca se crearon recuerdos, jamás existieron cosas memorables, menos pensar en lazos.
Todo el mundo cambia, y lo sabes tan bien.
Y tú sigues siendo el mismo.

Y seguirás igual.
Sin nada que guardar.


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